Punto geodésico, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

Se despidió y les dio la mano a los señores Rabbit y a los tres pequeños conejos. Después, comenzó a arrastrarse por el estrecho canal. Walter no avanzó mucho cuando volvió a atascarse. El oro de sus bolsillos le hacía tan ancho que no podía pasar de ninguna manera. Deseó no haber cogido el oro y pensó en eso de que a menudo el oro trae problemas en lugar de alegrías. — ¡Ayuda! ¡Ayuda! —gritó mientras luchaba por salir. De repente, estaba de nuevo sentado en el suelo bajo el gran árbol. Se había...
—Por favor, señor, déjeme volver a casa —dijo Walter. — ¿Prometes no volver a perseguir nunca a un conejo, ni comernos en un pastel, guisados o de cualquier otra forma? —Lo prometo —dijo Walter. Eso significaba preservar su mundo. —Muy bien, puedes volver a casa, supongo que tu madre estará preocupada. —Gracias —dijo Walter mientras se iba. — ¡Para! —le ordenó el conejo en un tono que a Walter le dio miedo. Walter se quedó quieto mientras el conejo fue al armario y lo abrió. —Aquí hay muchas cosas...
Pero no somos salvajes como los hombres y no nos comemos a otras criaturas.
Walter entró en la habitación y trató de explicarse. —No tengáis miedo —dijo papá conejo a los pequeños. —No puede hacernos daño, está en nuestro territorio, fuera, en el mundo de los hombres, es más fuerte, pero aquí, en nuestra casa, nosotros mandamos y los hombres deben obedecer. Para sorpresa de Walter, los conejos eran muy Papá y mamá conejos tenían la más o menos la misma estatura que sus padres tenían en casa. —Siéntate —dijo el señor Rabbit en tono serio. Walter se sentó en una de las setas....
Entonces, pasó algo horrible. La habitación de Streaky estaba en el recibidor por donde se había escondido Walter, cuando entró vio a Walter y gritó asustado. — ¿Qué ocurre? —dijo papá conejo. — ¡Es un chico! —gritó Streaky. — ¿Un chico? —gritaron los demás mientras corrían a esconderse tras su madre.