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En esta foto, sacada en Cañada de la Cueva, podemos observar la altura que alcanzan las atochas y cómo ya están espigadas. Lo que no podemos apreciar, es cómo está el esparto; pero para eso estoy yo, y lamentablemente, tengo que contaros que el esparto de estas hermosas atochas ya no sirve para los menesteres para los cuales se empleaba no hace tantos años. La culpa es que no se renueva, al no cogerlo, y entonces crece y se abre.

Atocha
nombre femenino

Planta herbácea de tallo recto, hojas radicales, largas, duras, resistentes, flores en panoja espigada y semillas muy menudas; puede alcanzar hasta 1,5 m de altura.

sinónimos: esparto

atocha s. f. Planta herbácea de tallo recto y hojas largas muy resistentes que se usan para hacer cuerdas, pasta de papel, etc. esparto.
Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S. L.
atocha.

atocha.

(Del mozár. y ár. hisp. aṭṭáwč a, y este de la voz prerromana *taucia 'mata', 'matorral').

1. f. esparto (‖ planta gramínea).

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Unas teorías hacen derivar Atocha de «atochar», que era el modo de llamar a un campo de esparto. Allí se habría encontrado la imagen de una Virgen, y de él tomaría su advocación o, bien, porque estas gramíneas llegarían hasta la puerta de la ermita que guardaba la sagrada talla. Ciertamente, el DRAE todavía hoy reconoce atocha como ‘esparto’, haciéndolo derivar de una palabra mozárabe que a su vez derivaría de una prerromana (taucia, ‘matorral&rsquo, que da en gallegoportugués touza y en León toza para decir lo mismo), así que sería verosímil.
(16 de Agosto de 2014)
Autor: Manlio Argueta Ilustrador: Elly Simmons
Desde entonces hay paz en los volcanes de El Salvador. Don Tonio y sus hermanos huyeron a otras tierras, mientras que los cadejos y la gente de los volcanes celebraron una gran fiesta que se convirtió en una inmensa fiesta nacional.
Fue así que los soldados de plomo se dieron cuenta que no era posible derrotar a los cadejos, ni pisotear a las campánulas, y, en fin, ni subir a los volcanes a hacer el mal. Y sabiendo que tenían la debilidad de estar hechos de plomo, lo mejor era cambiar de oficio y dedicarse a cosas más dignas.
Los soldados de plomo se sentían muy mal y se sentaron a llorar sobre las piedras. Pero éstas estaban tan calientes que se les derretían las nalgas.
Al principio, los soldados sentían sólo un picazón, pero al ratito los pies se les comenzaron a derretir. Entonces Tecapa se sacudió el vestido y empezó a remojarles. Y los cuerpos de los soldados de plomo chirriaban, como cuando se le echa agua a una plancha caliente.