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Cuando yo llegué a Alconchel, allá por el año 1955 todavía se utilizaban estas planchas de hierro.
En algunas casas tenían de aquéllas que se les ve como una especie de chimenea con direción hacia la planchadora y que a mí siempre me han recordado a una trompa de elefante. -Ja, ja, ja, ¡qué imaginación la mía!- En su interior se colocaban ascuas que se extraían del fuego de la lumbre que, en la chimenea, permanecía activo durante todo el día.
De éstas de hierro que veis en la foto, se solía tener más de una ya que, mientras con una se planchaba, las otras se iban calentando.
La empuñadura era también de hierro, y las mujeres alconcheleras la cubrían o -forraban- con un trozo de tela para aminorar el calor y poder planchar sin quemarse la mano.
Cuando planchaban, casi todas las mujeres, por no decir todas, tenían como una especie de tic que les hacía pasar la plancha, de una forma muy rápida, por encima de su cadera que estaba protegida por un delantal, -mandil, se decía entonces-. Esto lo hacían con el fín de que, de la plancha, desapareciese todo rastro de ceniza que, ya antes, habían limpiado con un trapo viejo empleado para tal fín.
El problema que tuvieron muchas de éllas fue, cuando aparecieron por Alconchel los primeros mandiles de -plesiglás-, pues más de una vez, y justo en el lugar donde tenía por costumbre pasar la plancha, aparecieron unos agujeros enormes echando a perder aquellos maravillosos mandiles, estampados en vivos colores y muy prácticos a la hora de lavar la ropa en la pila o artesa, pues impedían que las mujeres se mojasen la saya por la parte delantera.
Bueno TORDILLA, y demás mujeres, -¡está bien!, tambien los hombres, que ya sabemos que plancháis.., - os habréis dado cuenta que, a los mandiles aquéllos les pasaba igual que a las personas, que no siempre se sirve para todo por muy bonito y práctico que se sea.
Ahora EUFRA7 os dejo este refranillo: De enero a enero, el dinero es del banquero.
Un beso para todos desde Barcelona y buenas noches.
En algunas casas tenían de aquéllas que se les ve como una especie de chimenea con direción hacia la planchadora y que a mí siempre me han recordado a una trompa de elefante. -Ja, ja, ja, ¡qué imaginación la mía!- En su interior se colocaban ascuas que se extraían del fuego de la lumbre que, en la chimenea, permanecía activo durante todo el día.
De éstas de hierro que veis en la foto, se solía tener más de una ya que, mientras con una se planchaba, las otras se iban calentando.
La empuñadura era también de hierro, y las mujeres alconcheleras la cubrían o -forraban- con un trozo de tela para aminorar el calor y poder planchar sin quemarse la mano.
Cuando planchaban, casi todas las mujeres, por no decir todas, tenían como una especie de tic que les hacía pasar la plancha, de una forma muy rápida, por encima de su cadera que estaba protegida por un delantal, -mandil, se decía entonces-. Esto lo hacían con el fín de que, de la plancha, desapareciese todo rastro de ceniza que, ya antes, habían limpiado con un trapo viejo empleado para tal fín.
El problema que tuvieron muchas de éllas fue, cuando aparecieron por Alconchel los primeros mandiles de -plesiglás-, pues más de una vez, y justo en el lugar donde tenía por costumbre pasar la plancha, aparecieron unos agujeros enormes echando a perder aquellos maravillosos mandiles, estampados en vivos colores y muy prácticos a la hora de lavar la ropa en la pila o artesa, pues impedían que las mujeres se mojasen la saya por la parte delantera.
Bueno TORDILLA, y demás mujeres, -¡está bien!, tambien los hombres, que ya sabemos que plancháis.., - os habréis dado cuenta que, a los mandiles aquéllos les pasaba igual que a las personas, que no siempre se sirve para todo por muy bonito y práctico que se sea.
Ahora EUFRA7 os dejo este refranillo: De enero a enero, el dinero es del banquero.
Un beso para todos desde Barcelona y buenas noches.