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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: "2007-02-03 23:10:54 Yo también Eufrasiete me montaba...

"2007-02-02 12:46:07 La trilla: Recuerdo que a los madrileños, (así llamábamos en general a todos los que estaban fuera del pueblo y venían en verano), les encantaba, aparte de soplar en la lumbre con las fuelles, se pasaban las horas mirando cómo saltaban las chispas, las pavesas, (bueno nosotros les decíamos pavisas), cada vez que daban un soplido con las fuelles. Nos quedábamos extrañados al verlos cómo disfrutaban, con algo tan habitual para nosostros. Bueno pues eso, además de lo de las fuelles, les encantaba subirse a la trilla y dar vueltas en la parva. No se les podía dejar, porque las mulas eran muy listas y enseguida notaban quién llevaba los ramales. En cuanto se apercibían de esto, se salían de la parva y se iban a comer a la hacina, (normalmente a la de avena). No quiero generalizar, tampoco, pues había algunos que sí conseguían dominar el recorrido por la parva. Bien pues antes de echar la trilla a la parva, si la mies estaba hacinada, había que hacer las "levás", distribuirlas por la era, luego extenderlas formando la parva y, una vez hecho esto, darle unas cuantas pasadas con las mulas solamente, para ir asentando la parva. Después de asentada, ya se podía trillar, o bien con trilla, ó con trillo, este último artilugio, llevaba unas cuchillas que cortaban la paja y la trituraban con mayor rapidez que las trillas. A medida que se iba triturando la miés, había que darle vuelta a la parva. Era un trabajo muy costoso. Esta tarea, se realizaba con unas horcas de madera. Eran de una sola pieza, formando los dientes en su parte más ancha. Luego, cuando ya estaba la parva muy fina, se le daba la vuelta con las palas, también de madera y de una sola pieza. Con la pala, ya costaba menos esfuerzo el volverla. Quedaban unas labores muy bonitas, cada carril tenía una altura diferente, dependiendo de la mies que se cogiese. Mientras se daba la vuelta a la parva, no se dejaba de trillar. Así es que había que pasar de la parte vuelta a la que quedaba por volver, hasta que hubiera espacio suficiente para que la yunta de mulas girara dentro de ese espacio. Una vez finalizada la trilla de la parva, venía lo de, "allegar", (recogerla en un montón). Entonces, se enganchaba un rastro a la yunta. El rastro consistía en una tabla de mayor o menor anchura y longitud, (unos dos metros aprox.), con un peso suficiente para que fuera "arrastrando" toda la mies. Encima del rastro, se subía de pie, una persona, haciendo peso y llevando la rastrada hasta el lugar donde se formaría el montón de mies trillado. Así una y otra vez, hasta terminar de recoger toda la parva en un montón. Después se barría el resto de lo que dejaba el rastro, se volvía a pasar otra vez hasta llevarlo al montón, hasta terminar de barrerlo todo. Aquí es donde entra lo que comentaba Milagros a Conso, de que si el tiempo estaba revuelto, amenazaba tormenta, venían las mujeres a echar una mano para recogerlo todo y barrerlo enseguida y no se estropeara la parva. Si no se había terminado de trillar, había que hacer "caballones" y esperar que pasara la tormenta para volverlos a extender y finalizar la tarea. Después de allegada la parva, venía lo de aventar, entonces, "ablentar", hasta la invención de la aventadora, primero se hacía con las horcas y las palas, pasando el grano casi limpio de impurezas, por las cribas y los cribones, para terminar de limpiarlo. Bueno lo de aventar ya es otra historia. Además que me parece que me he excedido un tanto y no sé si se quedará el mensaje, con lo cual el cabreo puede ser monumental. Venga besos a las chicas y abrazos a los chicos. Por si no os habéis dado cuenta, ya hemos pasado de las 21.000 entradas al foro. Eufra7"

"2007-02-03 23:10:54 Yo también Eufrasiete me montaba en las trillas, claro que a los chavales nos encantaba. Aunque en los trillos lo teníamos prohibido, sus cuchillas amenazantes eran lo suficientemente disuasorias para la tranquilidad de los mayorales. Esto, en la era de mi abuelo, porque en la de mi padre, allí detrás del arrañal, quedaba demasiada alejada para la pandilla. Y lo que quería decir, es que a mi padre se le ocurrió traer la era al lado de casa, incorporarla al corral. Había comprado el tractor CASE, ese rojo que aparece en la foto, ahora rescatado al chatarrero y exhibido en su sitio, como insignia de la modernización. Con él se trillaría y se aliviaría la tarea en espacio y tiempo, permitiendo una era mas casera, se pensaba. Fue por los años 50, y mi diversión si que molaba dando vueltas con el tractor, aunque a veces el peligro de dar con la pared de la era enlatada, ponía en aviso a mis mayores. Todo fue transitorio hasta que llegó la máquina trilladora-aventadora-ensacado ra AJURIA. Parecía un milagro, llegaban las galeras del acarreo y aquel artefacto movido por una enorme correa de transmisión, enganchada a la polea del tractor, se tragaba los haces según se descargaban. Engullía la mies y salía el grano totalmente limpio, para ensacarlo directamente a los costales. Y la paja la echaba por un largo tubo, que automáticamente dejaba amontonada. Todo perfecto Eufrasiete, nada de hacinas, trillas, parvas, rastro (por cierto, que a mi me fascinaba y me quedaba embobado viendo la destreza del mozo que subido en él, de cómo aguantaba el tipo cuando le arreaban a la yunta de machos, que al galope se dirigían hacia el montón, y que con control total coordinaba los movimientos, para levantar el rastro para la descarga y salida por el lateral, para no ser él, el arrastrado; similar al mejor volapié de nuestro paisano Chicuelo). Pero no todo iba a ser así. Resulta que las máquinas se estropean y los motores fallan. Una, dos y mas semanas y la avería no se soluciona, ¿donde metemos la mies?, no hay sitio para las hacinas, si se quiere trillar... Luego los relentes de agosto, la mies correosa. Fatigas y nervios. Las mujeres hartas, que aquel tubo metiera la paja y el polvillo en las casas, ya lo habían dicho ellas antes, eso no sería solución, no funcionaría. Bueno y aquí lo dejo, para que otro día explique como de estas andanzas, servidor tuvo que dormir muchas noches de verano como un zagal, encima de la hacina de la avena, que era la mas suave para el body. Al igual que desearía que nuestra MILAGROS continuara con el cuento que dejó a medias. Saludos cordiales Gabriel"