Ya veo. Ya veo y te creo. Ahora sólo hace falta convencer a los que creyeron que estábamos de riéndonos cuando dijimos que las
flores de cardo nos gustaban.
Más de una vez, he dicho por aquí que, enfrente de mi
casa, en el callejón de Olvido, cada año ´florecía un hermoso cardo; las flores eran amarillas y desde el poyete de mi casa lo observé muchas veces. Otras me levantaba y me acercaba hasta él para escudriñar con detalle sus flores. Esto duró hasta que llegó "la modernidad" al
pueblo y asfaltaron
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