Una poesía para Castilleja, que aunque no escriba, sé que lee.
UNOS OJOS.
Una siesta de estío, plomiza, soñolienta,
me remembran tus ojos al mirar entornados;
hay en ellos bochorno, pesadez de tormenta,
que lucha con tus tenues reflejos azulados.
Son un triunfo glorioso de las melancolías;
dos templos de nostalgias amables e imponentes
en cuyas vagas sombras viven irreverentes,
mil recuerdo que riman antiguas alegrías.
Mirándolos me canso, mirándolos me duermo,
penetra en su letargo mi corazón enfermo
y me invade la fiebre lenta de tu mirar...
Mueve en mí la tristeza de las evocaciones,
y sólo en el recuerdo de sus irisaciones
disfruto del consuelo piadoso de olvidar.
Un beso Castilleja, y da muchos ánimos a Pepe.
UNOS OJOS.
Una siesta de estío, plomiza, soñolienta,
me remembran tus ojos al mirar entornados;
hay en ellos bochorno, pesadez de tormenta,
que lucha con tus tenues reflejos azulados.
Son un triunfo glorioso de las melancolías;
dos templos de nostalgias amables e imponentes
en cuyas vagas sombras viven irreverentes,
mil recuerdo que riman antiguas alegrías.
Mirándolos me canso, mirándolos me duermo,
penetra en su letargo mi corazón enfermo
y me invade la fiebre lenta de tu mirar...
Mueve en mí la tristeza de las evocaciones,
y sólo en el recuerdo de sus irisaciones
disfruto del consuelo piadoso de olvidar.
Un beso Castilleja, y da muchos ánimos a Pepe.