"En la vos apastorada del hombre campesino -antes, tapabocas y zurrón al hombro, andar cansino, socarrón, astuto y desconfiado a partes iguales-, en quien el habla es candenciosa como la caída de muchas aguas y el pensamiento sutil e ingenuo, como el de los filósofos antiguos que discutían temas transcendentales a la sombra de los pórticos o a la vera de los caminos, el refrán es conversacionalmente ley y costumbre, hábito y espontaneidad...
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Quiero decir que lo saca a colación de su discurso o su disputa no por ordenamiento legal alguno sino por un imperativo interior de convencimiento, que es como una obligación impuesta y aceptada; y también por costumbre, por hábito, por tradición y, desde luego, por espontaneidad: porque le brota fresco como el agua de manatial. Porque ¿qué otra cosa es el refrán en la boca de estos hombres simples e iletrados sino legado ancestral, manera expresiva y consustancial de sus coloquios, ciencia, y experimentación no aprendidas y bagaje de sabiduría filosófica, truhanesca y un tanto de andar por casa?...
Quiero decir que lo saca a colación de su discurso o su disputa no por ordenamiento legal alguno sino por un imperativo interior de convencimiento, que es como una obligación impuesta y aceptada; y también por costumbre, por hábito, por tradición y, desde luego, por espontaneidad: porque le brota fresco como el agua de manatial. Porque ¿qué otra cosa es el refrán en la boca de estos hombres simples e iletrados sino legado ancestral, manera expresiva y consustancial de sus coloquios, ciencia, y experimentación no aprendidas y bagaje de sabiduría filosófica, truhanesca y un tanto de andar por casa?...