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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

"En la vos apastorada del hombre campesino -antes, tapabocas y zurrón al hombro, andar cansino, socarrón, astuto y desconfiado a partes iguales-, en quien el habla es candenciosa como la caída de muchas aguas y el pensamiento sutil e ingenuo, como el de los filósofos antiguos que discutían temas transcendentales a la sombra de los pórticos o a la vera de los caminos, el refrán es conversacionalmente ley y costumbre, hábito y espontaneidad...

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Quiero decir que lo saca a colación de su discurso o su disputa no por ordenamiento legal alguno sino por un imperativo interior de convencimiento, que es como una obligación impuesta y aceptada; y también por costumbre, por hábito, por tradición y, desde luego, por espontaneidad: porque le brota fresco como el agua de manatial. Porque ¿qué otra cosa es el refrán en la boca de estos hombres simples e iletrados sino legado ancestral, manera expresiva y consustancial de sus coloquios, ciencia, y experimentación no aprendidas y bagaje de sabiduría filosófica, truhanesca y un tanto de andar por casa?...

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Desde luego, y por encima de todo, es el legado cultural más auténtico, más propio y más vivido, junto a las danzas y a las canciones populares.

El hombre de pueblo se ha criado entre cabras y refranes, como la mujer entre ollas y locuciones, frases hechas y versos cojos de sílabas mal contadas, y puede que de unos y de otros nacieran los refranes y aquellos, sin pregón ni propaganda, los fueran sembrando y traspasando de pueblo en pueblo, de generación en generación. Nacerían de las discusiones apasionadas allá en el pótico románico resguardado de fríos y lluvias...

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Puede que los refranes naciesen a la sombra de la acacia en la plaza mayor donde parlamentan los ancianos -cayado sin mando en temblorosa mano y mucha vida a las espaldas-; nacerían de las chácharas insustanciales de los jóvenes enamorados y viejas alcahuetas en la cocina, cosiendo en la plaza, esperando en la fuente pública; y luego se recogería todo lo mejor y más sobresaliente, lo más acertado, lo más rimado, lo más chocante, en las veladas nocturnas al calor del fuego, en las largas noches de invierno, que se hacían cortas escuchando los recuerdos de la abuela o las sentencias del más viejo, en aquellos tiempos en que la vejez llamaba tempranamente a la puerta de los jóvenes sin dejarles ser hombres y mujeres como edad intermedia...

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Y si nacieron así los refranes, a más de haberse criado en los escritos de algún autor que quiso adoptar unos, y procrear otros, es así, de boca en boca, como se desperdigaron por el campo y la ciudad hasta nuestros días, llevados de acá para allá co mo moneda que pasa de mano en mano...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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En la voz exquisita, fina, bien cuidad, en la pausada bronca voz del hombre culto y ciudadano -manos hechas al volante, ojos cansados de televisión, rostro recien afeitado, hombre apático, malhumorado y con prisas-, el refrán es como el signo quinielístico de 1, X, 2, que se coloca donde mejor le cuadra a uno, o porque sí, o por intuición. Entonces, probablemente, el refrán no tenga la misma fuerza, ni tenga la misma razón de ser, ni sea la consecuencia o conclusión de una disertación bien hecha, ... (ver texto completo)