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Lucha por la península Ibérica

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Los romanos habían comenzado su expansión por la península Itálica a comienzos del siglo IV a. C. Más tarde, romanos y cartagineses firmaron un tratado de no agresión que delimitaba sus respectivas áreas de influencia en la parte meridional de aquella península y en la isla de Sicilia. En el año 264 a. C. se rompió el acuerdo y comenzaron las hostilidades. Era el comienzo de la primera guerra púnica. El conflicto se saldó con la victoria total de Roma: Cartago tuvo que abandonar Sicilia y Cerdeña, y perdió su hegemonía marítima en el Mediterráneo occidental.

Para compensar su derrota en las islas, Cartago trató de afianzar su presencia en la península Ibérica. En 237 a. C., los cartagineses, al mando de Amílcar, desembarcaron en Cádiz y, durante unos años, tuvieron éxito en controlar tanto los pueblos del sur como las explotaciones mineras de Sierra Morena. Animado por sus triunfos, Amílcar amplió su área de dominio hacia la costa mediterránea y fundó la fortaleza de Akra Leuké, probablemente Alicante; sin embargo fue derrotado por un jefe tribal, Orisson.

Su sucesor, Asdrúbal, estableció en el año 228 a. C. una nueva base de operaciones en Cartago Nova (Cartagena) y firmó con los romanos un tratado que fijaba el río Ebro como límite norte del dominio cartaginés. Aníbal, sucesor de Asdrúbal, no respetó los términos del acuerdo y decidió continuar su avance hacia el norte, se apoderó de Salamanca y Toro y se apresuró a conquistar la costa oriental hasta el Ebro. El asedio de Sagunto en el año 219 a. C., ciudad aliada de Roma, duró ocho meses. Ello desencadenó la segunda guerra púnica y, en definitiva, la intervención deliberada de los romanos en la Península. Aníbal había marchado a Italia a través de los Pirineos y los Alpes dejando en la península Ibérica a su hermano Asdrúbal al mando. A pesar de sus primeros éxitos se vio obligado a retirarse hacia África y los romanos, asustados por el súbito avance de Aníbal, decidieron acabar definitivamente con el dominio cartaginés. No tardaron en conseguirlo. Después, interesados ya por las riquezas de la Península, los romanos se decidieron a ocuparla.