Administración: provincias y conventus
Murallas de la época romana en Lugo
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La primera ciudad romana
La ciudad de Itálica, actual Santiponce, cerca de Sevilla, es la ciudad romana más antigua de la península Ibérica. Fue fundada por Escipión a fines del sig...
Hispania fue dividida en provincias para su mejor control. Al frente de cada una existía un gobernador y una asamblea velaba por los impuestos. Su número creció conforme aumentaba el control romano de Hispania.
Augusto, tras dar por finalizada la conquista de Hispania en el año 19 a. C., la dividió en tres provincias: la Baetica, con capital en Corduba (Córdoba); la Lusitania, con capital en Emerita Augusta (Mérida); y la Tarraconensis, con capital en Tarraco (Tarragona). Al final del imperio, las provincias fueron seis: Gallaecia, Lusitania, Baetica, Carthaginensis, Tarraconensis y Balearica.
A comienzos del siglo I, los romanos crearon, como una subdivisión de la provincia, el conventus. En general, su número e importancia como circunscripción administrativa fue decreciendo según iba fortaleciéndose el papel organizador de las ciudades y la vida municipal.
Las ciudades
Las ciudades representaron, mejor que nada, la esencia de la civilización romana. Por fortalecimiento de las ya existentes o por creación de otras nuevas, la Península vio crecer ciudades como Emerita Augusta (Mérida), Caesaraugusta (Zaragoza), Barcino (Barcelona), Tarraco (Tarragona), Hispalis (Sevilla) o Lucus Augustus (Lugo).
La ciudad romana comprendía un núcleo de población según un modelo urbanístico, con una plaza central o foro en la que se cruzaban las vías principales creando un plano en forma de damero. Era un lugar de intercambio de mercancías y un centro de poder político que, a través de la institución del municipio, organizaba el territorio de su entorno rural y la vida de la urbe. También, era el escenario principal de desarrollo de la vida social y del ejercicio de la ciudadanía. Esto quiere decir que dotaba de identidad y de libertad a sus habitantes, pues ser ciudadano suponía ser libre frente a los que no lo eran.
Las construcciones testimoniaban la pujanza de la vida ciudadana en la Hispania romana. Su tipología era variada: podían tener carácter utilitario, como el acueducto de Segovia o las murallas de Lugo; conmemorativo, como el arco de Medinaceli; o podían servir para el ocio, como el anfiteatro de Itálica o el de Sagunto.
Murallas de la época romana en Lugo
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La ciudad de Itálica, actual Santiponce, cerca de Sevilla, es la ciudad romana más antigua de la península Ibérica. Fue fundada por Escipión a fines del sig...
Hispania fue dividida en provincias para su mejor control. Al frente de cada una existía un gobernador y una asamblea velaba por los impuestos. Su número creció conforme aumentaba el control romano de Hispania.
Augusto, tras dar por finalizada la conquista de Hispania en el año 19 a. C., la dividió en tres provincias: la Baetica, con capital en Corduba (Córdoba); la Lusitania, con capital en Emerita Augusta (Mérida); y la Tarraconensis, con capital en Tarraco (Tarragona). Al final del imperio, las provincias fueron seis: Gallaecia, Lusitania, Baetica, Carthaginensis, Tarraconensis y Balearica.
A comienzos del siglo I, los romanos crearon, como una subdivisión de la provincia, el conventus. En general, su número e importancia como circunscripción administrativa fue decreciendo según iba fortaleciéndose el papel organizador de las ciudades y la vida municipal.
Las ciudades
Las ciudades representaron, mejor que nada, la esencia de la civilización romana. Por fortalecimiento de las ya existentes o por creación de otras nuevas, la Península vio crecer ciudades como Emerita Augusta (Mérida), Caesaraugusta (Zaragoza), Barcino (Barcelona), Tarraco (Tarragona), Hispalis (Sevilla) o Lucus Augustus (Lugo).
La ciudad romana comprendía un núcleo de población según un modelo urbanístico, con una plaza central o foro en la que se cruzaban las vías principales creando un plano en forma de damero. Era un lugar de intercambio de mercancías y un centro de poder político que, a través de la institución del municipio, organizaba el territorio de su entorno rural y la vida de la urbe. También, era el escenario principal de desarrollo de la vida social y del ejercicio de la ciudadanía. Esto quiere decir que dotaba de identidad y de libertad a sus habitantes, pues ser ciudadano suponía ser libre frente a los que no lo eran.
Las construcciones testimoniaban la pujanza de la vida ciudadana en la Hispania romana. Su tipología era variada: podían tener carácter utilitario, como el acueducto de Segovia o las murallas de Lugo; conmemorativo, como el arco de Medinaceli; o podían servir para el ocio, como el anfiteatro de Itálica o el de Sagunto.