Luz fijo a 0,11115 €/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El califato de Córdoba...

El califato de Córdoba
Abderramán III heredó el trono en 912. En los primeros años de su reinado sofocó las sublevaciones internas y contuvo las incursiones cristianas. Gracias a sus victorias, Abderramán III aumentó su autoridad y los símbolos que la representaban: edificó la ciudad de Medina Azahara, una magnífica residencia real y se tituló califa en el año 929. Con ello sumó la independencia religiosa a la independencia política respecto a cualquier autoridad exterior. Preservar esa situación dependía de la riqueza del Estado y de la fuerza del ejército, que se mantuvo durante todo el siglo X.

Administración del califato

El califato de Córdoba es el período más brillante de Al Andalus. La riqueza se asentó en tres pilares: la recaudación de tributos a los súbditos, el cobro de parias o tributos anuales a los reinos cristianos a cambio de no atacarles, y el control de las caravanas de oro del Sahara. Los califas dirigían el ejército mercenario de bereberes y esclavos y eran auxiliados en la dirección del gobierno por el hayib, primer ministro, y los visires (ministros). A su vez, los valíes dirigían las provincias y las marcas fronterizas de Zaragoza, Toledo y Mérida. Los judíos y los cristianos eran administrados por sus propias autoridades, responsables del pago de la yizya, impuesto que pagaban por mantener su fe.

La dictadura de Almanzor

En 976 el gobierno del califato recayó en Hisham II, de solo once años; aunque en realidad el poder quedó en manos de Almanzor (Al-Mansur), un general que realizó grandes conquistas. Almanzor y sus descendientes sometieron Marruecos y realizaron numerosas campañas contra los reinos cristianos, como los saqueos de las ciudades de Barcelona y Santiago de Compostela. Cuando Almanzor murió, comenzó la crisis del califato, que concluyó en 1031.