La agricultura
Casa de campo andalusí o alquería
Saber más
El cultivo árabe
Muchos de los cultivos introducidos por los árabes recibieron después nombres romances de raíz arábiga: alcachofa, algarrobo, berenjena, azúcar, naranja o a...
La civilización islámica había nacido en un medio desértico; sin embargo, la obsesión por el agua y los jardines se convirtió en un rasgo de la cultura islámica y, por tanto, en un rasgo de la cultura andalusí.
En este sentido, se produjo un continuo incremento de la agricultura de regadío y, como consecuencia, una paulatina introducción de cultivos que dependían del abastecimiento artificial de agua. Los sistemas de riego se basaban tanto en circuitos de acequias como en la extracción, mediante las norias, del agua de ríos y pozos. Los cultivos de regadíos, acompañados por un aumento del olivar y de la ganadería ovina, provocaron el retroceso del trigo y el mantenimiento de la vid.
Se produjo un importante aumento de la productividad. Algunas tierras de secano, que solo proporcionaban una cosecha al año, pasaron, tras ser regadas, a ofrecer cuatro cosechas. El trabajo era más intenso pero, en contrapartida, la producción crecía. Los campesinos tuvieron que aprender a respetar el equilibrio entre el caudal de los acuíferos y los beneficios. Así surgió un minucioso sistema de reparto de los caudales, que los tribunales de aguas, como el de Valencia, debían vigilar.
Las mejoras técnicas y la ampliación del espacio irrigado permitieron la introducción y la aclimatación de nuevos cultivos: entre otros la caña de azúcar, el algodón y el arroz. El olivo fue también una especie cultivada fundamental para las dietas andalusíes.
Casa de campo andalusí o alquería
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El cultivo árabe
Muchos de los cultivos introducidos por los árabes recibieron después nombres romances de raíz arábiga: alcachofa, algarrobo, berenjena, azúcar, naranja o a...
La civilización islámica había nacido en un medio desértico; sin embargo, la obsesión por el agua y los jardines se convirtió en un rasgo de la cultura islámica y, por tanto, en un rasgo de la cultura andalusí.
En este sentido, se produjo un continuo incremento de la agricultura de regadío y, como consecuencia, una paulatina introducción de cultivos que dependían del abastecimiento artificial de agua. Los sistemas de riego se basaban tanto en circuitos de acequias como en la extracción, mediante las norias, del agua de ríos y pozos. Los cultivos de regadíos, acompañados por un aumento del olivar y de la ganadería ovina, provocaron el retroceso del trigo y el mantenimiento de la vid.
Se produjo un importante aumento de la productividad. Algunas tierras de secano, que solo proporcionaban una cosecha al año, pasaron, tras ser regadas, a ofrecer cuatro cosechas. El trabajo era más intenso pero, en contrapartida, la producción crecía. Los campesinos tuvieron que aprender a respetar el equilibrio entre el caudal de los acuíferos y los beneficios. Así surgió un minucioso sistema de reparto de los caudales, que los tribunales de aguas, como el de Valencia, debían vigilar.
Las mejoras técnicas y la ampliación del espacio irrigado permitieron la introducción y la aclimatación de nuevos cultivos: entre otros la caña de azúcar, el algodón y el arroz. El olivo fue también una especie cultivada fundamental para las dietas andalusíes.