Las escuelas
Los contactos culturales entre la cristiandad y el islam se habían llevado a cabo desde el siglo X en los monasterios catalanes, como el de Ripoll, o riojanos, como el de Albelda. El movimiento cobró importancia a partir de la conquista de Toledo (1085), Zaragoza (1118) o Tudela y Tarazona (1119).
Animados por los obispos, surgieron núcleos de estudiosos de las obras que, escritas en árabe, reunían el saber del islam y de la antigüedad india y griega.
Los grupos de traductores integraban tanto a hispanos como a eruditos venidos de toda Europa. Querían traducir del árabe al latín los textos de filosofía, medicina, astronomía o matemáticas de los autores griegos que ya habían sido vertidos al árabe. Los centros más activos fueron Toledo, en el siglo XII, y Cartagena y Sevilla, en el siglo XIII. El esfuerzo más fructífero en este campo correspondió al grupo toledano que se formó alrededor del rey Alfonso X el Sabio (1252-1284).
Las órdenes y las escuelas monacales
Los contactos culturales entre los reinos hispanos y el resto de la cristiandad latina se observan en la difusión en la Península de determinados elementos, como la letra minúscula carolina, que empezó a usarse a finales del siglo XI.
El rito romano, incluido el canto gregoriano, reemplazó al hispano y las órdenes monásticas y conventuales se difundieron progresivamente. Primero, llegaron los monjes cluniacenses de hábito negro, como los monjes de Silos y Montserrat. Más tarde, los cistercienses de hábito blanco, como los de Poblet o las monjas de las Huelgas de Burgos. A comienzos del siglo XIII aparecieron los conventos de franciscanos y dominicos.
En muchos centros monásticos se crearon escuelas monacales orientadas a la preparación intelectual de los monjes y preocupadas exclusivamente por la conservación del saber de la Biblia y de los Padres de la Iglesia.
Escuelas catedralicias y municipales
Las escuelas catedralicias, como la de Santiago, incluían el estudio de las materias del trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y del quadrivium (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía).
Las escuelas municipales, como las de Valencia o Sevilla, preparaban a los alumnos en el conocimiento de las cuatro operaciones aritméticas y nociones de contabilidad.
Los contactos culturales entre la cristiandad y el islam se habían llevado a cabo desde el siglo X en los monasterios catalanes, como el de Ripoll, o riojanos, como el de Albelda. El movimiento cobró importancia a partir de la conquista de Toledo (1085), Zaragoza (1118) o Tudela y Tarazona (1119).
Animados por los obispos, surgieron núcleos de estudiosos de las obras que, escritas en árabe, reunían el saber del islam y de la antigüedad india y griega.
Los grupos de traductores integraban tanto a hispanos como a eruditos venidos de toda Europa. Querían traducir del árabe al latín los textos de filosofía, medicina, astronomía o matemáticas de los autores griegos que ya habían sido vertidos al árabe. Los centros más activos fueron Toledo, en el siglo XII, y Cartagena y Sevilla, en el siglo XIII. El esfuerzo más fructífero en este campo correspondió al grupo toledano que se formó alrededor del rey Alfonso X el Sabio (1252-1284).
Las órdenes y las escuelas monacales
Los contactos culturales entre los reinos hispanos y el resto de la cristiandad latina se observan en la difusión en la Península de determinados elementos, como la letra minúscula carolina, que empezó a usarse a finales del siglo XI.
El rito romano, incluido el canto gregoriano, reemplazó al hispano y las órdenes monásticas y conventuales se difundieron progresivamente. Primero, llegaron los monjes cluniacenses de hábito negro, como los monjes de Silos y Montserrat. Más tarde, los cistercienses de hábito blanco, como los de Poblet o las monjas de las Huelgas de Burgos. A comienzos del siglo XIII aparecieron los conventos de franciscanos y dominicos.
En muchos centros monásticos se crearon escuelas monacales orientadas a la preparación intelectual de los monjes y preocupadas exclusivamente por la conservación del saber de la Biblia y de los Padres de la Iglesia.
Escuelas catedralicias y municipales
Las escuelas catedralicias, como la de Santiago, incluían el estudio de las materias del trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y del quadrivium (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía).
Las escuelas municipales, como las de Valencia o Sevilla, preparaban a los alumnos en el conocimiento de las cuatro operaciones aritméticas y nociones de contabilidad.