La Corona de Aragón inició su expansión mediterránea en 1229 con la conquista de Baleares.
La ocupación de Sicilia, Córcega y Cerdeña
En 1282 Sicilia se alzó contra Carlos de Anjou, que, con la isla y el sur de la península Italiana, había constituido el reino de las Dos Sicilias, con capital en Nápoles. Los sicilianos pidieron ayuda al rey Pedro III de Aragón (1276-1285), cuya esposa tenía derechos al trono de la isla. Tras años de lucha, los monarcas aragoneses, con la ayuda de las compañías de mercenarios almogávares de Roger de Flor, consiguieron incorporar Sicilia a la Corona de Aragón en 1302.
Para obtener el control de Cerdeña y Córcega, los reyes de Aragón se apoyaron en bandos de la nobleza y el pueblo y compitieron con Francia y con las ciudadesrepública italianas, especialmente con Pisa y Génova. El poder aragonés tuvo muchas dificultades para instalarse. Solo desde 1420, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) fue capaz de conseguirlo, aunque únicamente en Cerdeña.
El Mediterráneo oriental
Las compañías de almogávares licenciadas en 1302 tras el final de la guerra por Sicilia, con Roger de Flor al frente, marcharon al imperio bizantino para combatir a los turcos. Los rápidos éxitos almogávares hicieron nacer la desconfianza en las autoridades imperiales que, en 1305, asesinaron a Roger de Flor y diezmaron a sus mercenarios. Estos, en represalia, saquearon las ciudades de Grecia y, con refuerzos sicilianos, crearon los ducados de Atenas y Neopatria, donde se mantuvieron independientes hasta 1390.
El reino de Nápoles
A comienzos del siglo XV, la presencia aragonesa en el Mediterráneo occidental se debilitó. La alianza, cada vez más explícita, entre Francia y Génova, que Castilla veía con simpatía, amenazaba los intereses de Aragón, sobre todo, en Córcega y Cerdeña.
Desde 1420, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) trató de hacer frente a la situación. En los veinte años siguientes, tras asedios, combates y acuerdos, el monarca controló Cerdeña, renunció a Córcega y conquistó el reino de Nápoles (1443). Instalado en la ciudad, Alfonso V abandonó la política ibérica y, como rey de Nápoles, se convirtió en árbitro de la situación italiana y en mecenas del Renacimiento.
La ocupación de Sicilia, Córcega y Cerdeña
En 1282 Sicilia se alzó contra Carlos de Anjou, que, con la isla y el sur de la península Italiana, había constituido el reino de las Dos Sicilias, con capital en Nápoles. Los sicilianos pidieron ayuda al rey Pedro III de Aragón (1276-1285), cuya esposa tenía derechos al trono de la isla. Tras años de lucha, los monarcas aragoneses, con la ayuda de las compañías de mercenarios almogávares de Roger de Flor, consiguieron incorporar Sicilia a la Corona de Aragón en 1302.
Para obtener el control de Cerdeña y Córcega, los reyes de Aragón se apoyaron en bandos de la nobleza y el pueblo y compitieron con Francia y con las ciudadesrepública italianas, especialmente con Pisa y Génova. El poder aragonés tuvo muchas dificultades para instalarse. Solo desde 1420, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) fue capaz de conseguirlo, aunque únicamente en Cerdeña.
El Mediterráneo oriental
Las compañías de almogávares licenciadas en 1302 tras el final de la guerra por Sicilia, con Roger de Flor al frente, marcharon al imperio bizantino para combatir a los turcos. Los rápidos éxitos almogávares hicieron nacer la desconfianza en las autoridades imperiales que, en 1305, asesinaron a Roger de Flor y diezmaron a sus mercenarios. Estos, en represalia, saquearon las ciudades de Grecia y, con refuerzos sicilianos, crearon los ducados de Atenas y Neopatria, donde se mantuvieron independientes hasta 1390.
El reino de Nápoles
A comienzos del siglo XV, la presencia aragonesa en el Mediterráneo occidental se debilitó. La alianza, cada vez más explícita, entre Francia y Génova, que Castilla veía con simpatía, amenazaba los intereses de Aragón, sobre todo, en Córcega y Cerdeña.
Desde 1420, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) trató de hacer frente a la situación. En los veinte años siguientes, tras asedios, combates y acuerdos, el monarca controló Cerdeña, renunció a Córcega y conquistó el reino de Nápoles (1443). Instalado en la ciudad, Alfonso V abandonó la política ibérica y, como rey de Nápoles, se convirtió en árbitro de la situación italiana y en mecenas del Renacimiento.