Los súbditos de los Reyes Católicos participaron de la renovación cultural que, promovida desde Italia, vivió Europa en el tránsito de los siglos XV a XVI. La imagen de rigor transmitida por medidas como la expulsión de los judíos o el establecimiento de la Inquisición no oscurecieron el ambiente de tolerancia intelectual y entusiasmo por las nuevas corrientes del humanismo y el Renacimiento.
El espíritu de los tiempos estimuló una secularización de la cultura. Las preocupaciones teológicas, obsesión de la Edad Media, se debilitaron. Los progresos del individualismo se hicieron visibles en todos los aspectos. Desde la idea de la fama personal, que trasciende la muerte, a la vivienda urbana, en la que se fueron diferenciando espacios de descanso (habitaciones) y de servicio (cocina).
La llegada del humanismo
El humanismo prendió con fuerza a mediados del siglo XV en el reino de Nápoles, bajo el dominio de Alfonso V el Magnánimo. Desde allí, se difundió a los restantes reinos de la monarquía hispana, en los que arraigó con rapidez y entusiasmo. De un lado, italianos, como Pedro Mártir de Anglería o Lucio Marineo, aportaron sus ideales renacentistas a las Cortes de los reyes y grandes nobles españoles. De otro lado, intelectuales hispanos, como Antonio de Nebrija, estudiaron en Italia. En 1492, este autor publicó su Arte de la lengua castellana, que fue la primera gramática del mundo en una lengua vulgar.
Al conocimiento de las nuevas ideas contribuyó la difusión de la imprenta en España. Sin embargo, en el desarrollo del humanismo, influyó también la puesta en marcha de varias universidades. Aunque algunas, como las de Barcelona, Santiago o Sevilla, cuajaron rápidamente, otras no lo consiguieron.
La Universidad de Salamanca continuó siendo la más famosa, pero la novedad fue la fundación de la de Alcalá de Henares por el cardenal Cisneros. Aunque la Universidad de Salamanca no olvidó los estudios astronómicos y matemáticos, estos cobraron enorme interés gracias al descubrimiento del Nuevo Mundo y se desarrollaron mejor en la Casa de Contratación de Sevilla que en las universidades.
Los monarcas, los miembros del alto clero, las familias de la alta nobleza, en especial de la alta nobleza castellana, con los Mendoza a la cabeza, e incluso los grandes comerciantes, fueron los principales mecenas de la época. Igual que en Italia, los mecenas financiaban a los artistas para que llevasen a cabo su obra.
El espíritu de los tiempos estimuló una secularización de la cultura. Las preocupaciones teológicas, obsesión de la Edad Media, se debilitaron. Los progresos del individualismo se hicieron visibles en todos los aspectos. Desde la idea de la fama personal, que trasciende la muerte, a la vivienda urbana, en la que se fueron diferenciando espacios de descanso (habitaciones) y de servicio (cocina).
La llegada del humanismo
El humanismo prendió con fuerza a mediados del siglo XV en el reino de Nápoles, bajo el dominio de Alfonso V el Magnánimo. Desde allí, se difundió a los restantes reinos de la monarquía hispana, en los que arraigó con rapidez y entusiasmo. De un lado, italianos, como Pedro Mártir de Anglería o Lucio Marineo, aportaron sus ideales renacentistas a las Cortes de los reyes y grandes nobles españoles. De otro lado, intelectuales hispanos, como Antonio de Nebrija, estudiaron en Italia. En 1492, este autor publicó su Arte de la lengua castellana, que fue la primera gramática del mundo en una lengua vulgar.
Al conocimiento de las nuevas ideas contribuyó la difusión de la imprenta en España. Sin embargo, en el desarrollo del humanismo, influyó también la puesta en marcha de varias universidades. Aunque algunas, como las de Barcelona, Santiago o Sevilla, cuajaron rápidamente, otras no lo consiguieron.
La Universidad de Salamanca continuó siendo la más famosa, pero la novedad fue la fundación de la de Alcalá de Henares por el cardenal Cisneros. Aunque la Universidad de Salamanca no olvidó los estudios astronómicos y matemáticos, estos cobraron enorme interés gracias al descubrimiento del Nuevo Mundo y se desarrollaron mejor en la Casa de Contratación de Sevilla que en las universidades.
Los monarcas, los miembros del alto clero, las familias de la alta nobleza, en especial de la alta nobleza castellana, con los Mendoza a la cabeza, e incluso los grandes comerciantes, fueron los principales mecenas de la época. Igual que en Italia, los mecenas financiaban a los artistas para que llevasen a cabo su obra.