Los conflictos dentro de la Península
Como en el caso de Carlos I, la política desarrollada por Felipe II en los territorios de la península Ibérica estuvo mediatizada por sus intereses exteriores, en especial, los dinásticos y los religiosos.
Expulsión de los moriscos
El conflicto morisco surgió en las Alpujarras de Granada en 1568. En esta fecha, la comunidad morisca, que constituía la mitad de su población, se levantó contra las autoridades y los cristianos viejos, que no aceptaban que los moriscos, aparentemente convertidos al cristianismo, mantuvieran sus señas de identidad cultural en la lengua y las costumbres.
El levantamiento dio lugar a una guerra enormemente cruel. Acabó en 1570 con la intervención de don Juan de Austria, hermano bastardo del monarca, y la muerte, cautividad, expulsión al norte de África o dispersión por otras regiones peninsulares de unos ochenta mil moriscos.
Con el final del levantamiento, Felipe II consiguió que los vecinos del litoral andaluz quedaran menos expuestos a la amenaza de los corsarios norteafricanos, que habían encontrado en sus correrías el apoyo de los moriscos granadinos.
Las alteraciones de Aragón
Las alteraciones de Aragón tuvieron lugar en el año 1591. En ellas confluyeron motivos de diversa índole. De un lado, la crisis económica, que había fortalecido el bandolerismo endémico en los reinos de Aragón y Valencia; y de otro, el descontento político atizado por una facción de la nobleza aragonesa. Esta se oponía al crecimiento del intervencionismo regio en un territorio que había conservado, en mucha mayor proporción que Castilla, la conciencia de sus antiguos fueros y costumbres. Los habitantes del reino o, al menos, sus jefes nobiliarios veían en el tribunal del Justicia Mayor de Aragón un instrumento de defensa de sus libertades.
En este ambiente de crisis social y resistencia al autoritarismo regio tuvo lugar, en 1591, la llegada de Antonio Pérez a Zaragoza. Este antiguo secretario del rey encarcelado por asesinato, huyó a su tierra aragonesa y se acogió al fuero de Justicia Mayor. Para recuperar al reo, entró el ejército real en Aragón, lo que permitió a Felipe II controlar la situación. Desde entonces, se impuso la autoridad regia.
Como en el caso de Carlos I, la política desarrollada por Felipe II en los territorios de la península Ibérica estuvo mediatizada por sus intereses exteriores, en especial, los dinásticos y los religiosos.
Expulsión de los moriscos
El conflicto morisco surgió en las Alpujarras de Granada en 1568. En esta fecha, la comunidad morisca, que constituía la mitad de su población, se levantó contra las autoridades y los cristianos viejos, que no aceptaban que los moriscos, aparentemente convertidos al cristianismo, mantuvieran sus señas de identidad cultural en la lengua y las costumbres.
El levantamiento dio lugar a una guerra enormemente cruel. Acabó en 1570 con la intervención de don Juan de Austria, hermano bastardo del monarca, y la muerte, cautividad, expulsión al norte de África o dispersión por otras regiones peninsulares de unos ochenta mil moriscos.
Con el final del levantamiento, Felipe II consiguió que los vecinos del litoral andaluz quedaran menos expuestos a la amenaza de los corsarios norteafricanos, que habían encontrado en sus correrías el apoyo de los moriscos granadinos.
Las alteraciones de Aragón
Las alteraciones de Aragón tuvieron lugar en el año 1591. En ellas confluyeron motivos de diversa índole. De un lado, la crisis económica, que había fortalecido el bandolerismo endémico en los reinos de Aragón y Valencia; y de otro, el descontento político atizado por una facción de la nobleza aragonesa. Esta se oponía al crecimiento del intervencionismo regio en un territorio que había conservado, en mucha mayor proporción que Castilla, la conciencia de sus antiguos fueros y costumbres. Los habitantes del reino o, al menos, sus jefes nobiliarios veían en el tribunal del Justicia Mayor de Aragón un instrumento de defensa de sus libertades.
En este ambiente de crisis social y resistencia al autoritarismo regio tuvo lugar, en 1591, la llegada de Antonio Pérez a Zaragoza. Este antiguo secretario del rey encarcelado por asesinato, huyó a su tierra aragonesa y se acogió al fuero de Justicia Mayor. Para recuperar al reo, entró el ejército real en Aragón, lo que permitió a Felipe II controlar la situación. Desde entonces, se impuso la autoridad regia.