La economía en las colonias
A la economía indígena de subsistencia (que en gran parte pervivió) se superpuso una economía colonial conectada con los circuitos mercantiles europeos. Inicialmente, los colonos dependían por completo de los suministros metropolitanos para satisfacer sus necesidades alimentarias, de vestido y de utillaje, ya que las primeras tierras ocupadas del Nuevo Mundo no eran aptas para los cultivos tradicionales mediterráneos (vid, olivo, trigo).
Además, estos cultivos fueron pronto prohibidos por la monarquía, al igual que la instalación de industrias en las colonias, para garantizar un mercado a la producción peninsular. Las importaciones se pagaban con metales preciosos, cuya extracción y exportación se convirtió en la base de la economía colonial americana durante el siglo XVI.
A partir de 1600, el desarrollo de la agricultura y de la ganadería posibilitó la reducción de las importaciones gracias a la aclimatación de cultivos, a pesar de las prohibiciones, y a los cambios en los hábitos alimentarios. Por otra parte, ganaron importancia las exportaciones de productos como las tintóreas (cochinilla, índigo, palo de Campeche), el cacao, el tabaco y el azúcar. Además, las especies animales introducidas por los españoles fueron el origen de una ganadería extensiva (ranchos, estancias) que se expansionó muy rápidamente, propiciando una activa exportación de cueros.
La producción minera
La explotación de los metales preciosos americanos tuvo tres fases.
En la primera se obtenían pepitas en los ríos, a los que se unía la apropiación de tesoros indígenas y el pago de rescates.
En la segunda, que comenzó hacia 1545, se inició la explotación de las minas, que requerían abundante mano de obra y utillaje. En 1550 finalizó el ciclo del oro y diez años después comenzaron a agotarse los grandes filones. El oro, con el tiempo, fue superado en valor por la plata procedente de las grandes minas: Zacatecas (México) y Potosí (Perú).
La tercera fase, o ciclo real de la plata, se inició con la aplicación de la técnica de la amalgama (mercurio, sal y agua mezclados con el mineral), que abarató los costes de explotación. Al ser el mercurio y la sal monopolio del Estado, este pudo controlar la producción de plata.
A la economía indígena de subsistencia (que en gran parte pervivió) se superpuso una economía colonial conectada con los circuitos mercantiles europeos. Inicialmente, los colonos dependían por completo de los suministros metropolitanos para satisfacer sus necesidades alimentarias, de vestido y de utillaje, ya que las primeras tierras ocupadas del Nuevo Mundo no eran aptas para los cultivos tradicionales mediterráneos (vid, olivo, trigo).
Además, estos cultivos fueron pronto prohibidos por la monarquía, al igual que la instalación de industrias en las colonias, para garantizar un mercado a la producción peninsular. Las importaciones se pagaban con metales preciosos, cuya extracción y exportación se convirtió en la base de la economía colonial americana durante el siglo XVI.
A partir de 1600, el desarrollo de la agricultura y de la ganadería posibilitó la reducción de las importaciones gracias a la aclimatación de cultivos, a pesar de las prohibiciones, y a los cambios en los hábitos alimentarios. Por otra parte, ganaron importancia las exportaciones de productos como las tintóreas (cochinilla, índigo, palo de Campeche), el cacao, el tabaco y el azúcar. Además, las especies animales introducidas por los españoles fueron el origen de una ganadería extensiva (ranchos, estancias) que se expansionó muy rápidamente, propiciando una activa exportación de cueros.
La producción minera
La explotación de los metales preciosos americanos tuvo tres fases.
En la primera se obtenían pepitas en los ríos, a los que se unía la apropiación de tesoros indígenas y el pago de rescates.
En la segunda, que comenzó hacia 1545, se inició la explotación de las minas, que requerían abundante mano de obra y utillaje. En 1550 finalizó el ciclo del oro y diez años después comenzaron a agotarse los grandes filones. El oro, con el tiempo, fue superado en valor por la plata procedente de las grandes minas: Zacatecas (México) y Potosí (Perú).
La tercera fase, o ciclo real de la plata, se inició con la aplicación de la técnica de la amalgama (mercurio, sal y agua mezclados con el mineral), que abarató los costes de explotación. Al ser el mercurio y la sal monopolio del Estado, este pudo controlar la producción de plata.