siglo XVII comenzó con una situación de crisis económica, a la que se añadió la crisis demográfica, y la creciente pérdida de hegemonía de la Monarquía Hispánica, que se encontraba muy endeudada tras las guerras del reinado de Felipe II (1556-1598). La mayor parte de los ingresos del Estado se gastaron en el pago de la deuda y los intentos de incrementar la presión fiscal, sostenida sobre todo por Castilla, agudizaron los efectos de la crisis.
La agricultura
La falta creciente de brazos y unos métodos arcaicos determinaban unos rendimientos muy bajos, a lo que se añadió una sucesión de plagas y malas cosechas y la excesiva concentración de la propiedad. El descenso de la producción puso fin a la etapa expansiva del siglo anterior. Aunque se hicieron importantes inversiones en tierras, no se aplicaron a la mejora de los sistemas de cultivo. Por otra parte, las zonas de regadío se vieron gravemente perjudicados por la expulsión de los moriscos.
En respuesta a la crisis, se produjeron cambios significativos en los cultivos, como el avance de la vid a costa de los cereales en Andalucía y Castilla, y el incremento general de los cultivos comerciales, como el olivo y las moreras.
La ganadería
La ganadería lanar trashumante experimentó un gran retroceso, simultáneo al progreso de la ganadería estante, como consecuencia, en parte, de las dificultades exportadoras de la segunda mitad del siglo XVI: la subida de los precios y la ruina de las manufacturas flamencas por la guerra. La cría de caballos, sin embargo, conoció una gran expansión motivada por las necesidades militares y por la sustitución de los bueyes por mulos.
La industria y el comercio
La industria acusó desde el siglo XVI una pérdida de competitividad frente a la del norte de Europa a causa de la revolución de precios y salarios. El ramo textil lanero entró en abierta crisis, a partir de 1620, debido al descenso demográfico y a la caída de la demanda americana. También hay que destacar la falta de innovaciones técnicas y de una adecuada protección aduanera.
La industria naval conoció una decadencia parecida, circunstancia que influyó profundamente en la crisis del comercio; por el contrario, la siderurgia cuadruplicó su producción estimulada por la actividad bélica, y registró la aparición de los primeros altos hornos.
La creciente ruralización de la economía fue especialmente perceptible en Castilla, mientras que en Cataluña y Valencia se produjo una reorganización de las estructuras artesanales que permitió remontar la crisis con relativa rapidez. Las medidas proteccionistas y de apoyo a la industria de mediados de siglo ayudaron a esa recuperación, más evidente en la periferia mediterránea.
Las dificultades económicas afectaron igualmente al comercio interior, ya muy dañado por las malas condiciones de los transportes y las barreras aduaneras. Más espectaculares fueron las dificultades del comercio exterior, fundamentalmente americano, ya que estuvo cada vez más mediatizado por las grandes potencias mercantiles como Holanda o Inglaterra.
La agricultura
La falta creciente de brazos y unos métodos arcaicos determinaban unos rendimientos muy bajos, a lo que se añadió una sucesión de plagas y malas cosechas y la excesiva concentración de la propiedad. El descenso de la producción puso fin a la etapa expansiva del siglo anterior. Aunque se hicieron importantes inversiones en tierras, no se aplicaron a la mejora de los sistemas de cultivo. Por otra parte, las zonas de regadío se vieron gravemente perjudicados por la expulsión de los moriscos.
En respuesta a la crisis, se produjeron cambios significativos en los cultivos, como el avance de la vid a costa de los cereales en Andalucía y Castilla, y el incremento general de los cultivos comerciales, como el olivo y las moreras.
La ganadería
La ganadería lanar trashumante experimentó un gran retroceso, simultáneo al progreso de la ganadería estante, como consecuencia, en parte, de las dificultades exportadoras de la segunda mitad del siglo XVI: la subida de los precios y la ruina de las manufacturas flamencas por la guerra. La cría de caballos, sin embargo, conoció una gran expansión motivada por las necesidades militares y por la sustitución de los bueyes por mulos.
La industria y el comercio
La industria acusó desde el siglo XVI una pérdida de competitividad frente a la del norte de Europa a causa de la revolución de precios y salarios. El ramo textil lanero entró en abierta crisis, a partir de 1620, debido al descenso demográfico y a la caída de la demanda americana. También hay que destacar la falta de innovaciones técnicas y de una adecuada protección aduanera.
La industria naval conoció una decadencia parecida, circunstancia que influyó profundamente en la crisis del comercio; por el contrario, la siderurgia cuadruplicó su producción estimulada por la actividad bélica, y registró la aparición de los primeros altos hornos.
La creciente ruralización de la economía fue especialmente perceptible en Castilla, mientras que en Cataluña y Valencia se produjo una reorganización de las estructuras artesanales que permitió remontar la crisis con relativa rapidez. Las medidas proteccionistas y de apoyo a la industria de mediados de siglo ayudaron a esa recuperación, más evidente en la periferia mediterránea.
Las dificultades económicas afectaron igualmente al comercio interior, ya muy dañado por las malas condiciones de los transportes y las barreras aduaneras. Más espectaculares fueron las dificultades del comercio exterior, fundamentalmente americano, ya que estuvo cada vez más mediatizado por las grandes potencias mercantiles como Holanda o Inglaterra.