Arbitrismo y cambio de coyuntura
En el siglo XVII, tratadistas como González Celórigo, Sancho Moncada y Fernández Navarrete hicieron un importante diagnóstico de los males de la economía española. Este fenómeno de análisis y crítica se denominó arbitrismo.
Los arbitristas entendían la decadencia como un conjunto de errores políticos que podían enmendarse aplicando medidas de buen gobierno. No cuestionaban la autoridad real, sino que acusaban de la crisis al peso de la política exterior, a la competencia extranjera y al derroche económico. A pesar de la existencia de estos nuevos análisis, faltaron los medios y la voluntad de poner en práctica sus recomendaciones por parte de los gobernantes. También surgió una literatura esencialmente crítica y satírica, cuyo máximo exponente fue Francisco de Quevedo. Sus escritos estuvieron caracterizados por una visión profundamente pesimista acerca del futuro de la monarquía.
En el reinado de Carlos II se inició una tímida política de reactivación económica (Junta General de Comercio, 1676), que respondió en realidad a un cambio de coyuntura a nivel europeo. Por otro lado, gobernantes como el conde de Oropesa contribuyeron a estimular la industria. La relativa pacificación y la introducción de medidas que favorecieron el establecimiento de comerciantes extranjeros en España motivaron también la recuperación del comercio. Aun así, en 1700, solo el 5% de las mercancías embarcadas para América desde Cádiz eran españolas.
Las nuevas medidas apenas produjeron efectos en Castilla, pero ya estaba en marcha una recuperación espontánea en amplias zonas de la periferia, con una clara reactivación del comercio y la industria, sobre todo en Cataluña.
En el siglo XVII, tratadistas como González Celórigo, Sancho Moncada y Fernández Navarrete hicieron un importante diagnóstico de los males de la economía española. Este fenómeno de análisis y crítica se denominó arbitrismo.
Los arbitristas entendían la decadencia como un conjunto de errores políticos que podían enmendarse aplicando medidas de buen gobierno. No cuestionaban la autoridad real, sino que acusaban de la crisis al peso de la política exterior, a la competencia extranjera y al derroche económico. A pesar de la existencia de estos nuevos análisis, faltaron los medios y la voluntad de poner en práctica sus recomendaciones por parte de los gobernantes. También surgió una literatura esencialmente crítica y satírica, cuyo máximo exponente fue Francisco de Quevedo. Sus escritos estuvieron caracterizados por una visión profundamente pesimista acerca del futuro de la monarquía.
En el reinado de Carlos II se inició una tímida política de reactivación económica (Junta General de Comercio, 1676), que respondió en realidad a un cambio de coyuntura a nivel europeo. Por otro lado, gobernantes como el conde de Oropesa contribuyeron a estimular la industria. La relativa pacificación y la introducción de medidas que favorecieron el establecimiento de comerciantes extranjeros en España motivaron también la recuperación del comercio. Aun así, en 1700, solo el 5% de las mercancías embarcadas para América desde Cádiz eran españolas.
Las nuevas medidas apenas produjeron efectos en Castilla, pero ya estaba en marcha una recuperación espontánea en amplias zonas de la periferia, con una clara reactivación del comercio y la industria, sobre todo en Cataluña.