Primeros años del reinado
Los inicios del reinado de Carlos IV (1788-1808) coincidieron con el estallido de la Revolución Francesa, que cuestionaba los fundamentos políticos y sociales del Antiguo Régimen. El impacto de la revolución condicionó la política interior y exterior de todo el reinado. La respuesta de la monarquía fue cerrar las fronteras a la propaganda revolucionaria procedente del país vecino y acentuar la censura contra las críticas que se realizaban desde España a la estructura de poder imperante. El pánico al contagio ideológico llevó al primer ministro, el conde de Floridablanca a prohibir la entrada de libros y la salida de estudiantes, y a establecer la censura de noticias. Su sucesor, el conde de Aranda, mantuvo una postura de neutralidad ante Francia que fue manipulada por sus enemigos, en especial la reina y su favorito, Manuel Godoy, que consiguieron derrocarle en 1792. Los nuevos gobernantes españoles optaron por establecer una alianza con Gran Bretaña.
Durante el reinado de Carlos IV el crecimiento económico se desaceleró. Un indicador del agotamiento fue la crisis demográfica a la que se llegó desde la década de los noventa. La pérdida de las cosechas de cereales provocaba crisis de subsistencia, que daban lugar a hambrunas generalizadas que elevaban enormemente la mortalidad. Las hambrunas se sucedieron a partir de 1789-1790 y la más dramática, en el interior de la Península, fue la de 1803-1804. La población, debilitada por la escasez y el hambre, se vio sometida a nuevas epidemias a principios del siglo XIX, como la fiebre amarilla.
La pervivencia del Antiguo Régimen limitaba el alcance de las medidas que podrían solucionar los problemas de la crisis de subsistencia y la caída de la producción agraria. Se necesitaban métodos intensivos para recuperar la producción y grandes inversiones de capital.
Los inicios del reinado de Carlos IV (1788-1808) coincidieron con el estallido de la Revolución Francesa, que cuestionaba los fundamentos políticos y sociales del Antiguo Régimen. El impacto de la revolución condicionó la política interior y exterior de todo el reinado. La respuesta de la monarquía fue cerrar las fronteras a la propaganda revolucionaria procedente del país vecino y acentuar la censura contra las críticas que se realizaban desde España a la estructura de poder imperante. El pánico al contagio ideológico llevó al primer ministro, el conde de Floridablanca a prohibir la entrada de libros y la salida de estudiantes, y a establecer la censura de noticias. Su sucesor, el conde de Aranda, mantuvo una postura de neutralidad ante Francia que fue manipulada por sus enemigos, en especial la reina y su favorito, Manuel Godoy, que consiguieron derrocarle en 1792. Los nuevos gobernantes españoles optaron por establecer una alianza con Gran Bretaña.
Durante el reinado de Carlos IV el crecimiento económico se desaceleró. Un indicador del agotamiento fue la crisis demográfica a la que se llegó desde la década de los noventa. La pérdida de las cosechas de cereales provocaba crisis de subsistencia, que daban lugar a hambrunas generalizadas que elevaban enormemente la mortalidad. Las hambrunas se sucedieron a partir de 1789-1790 y la más dramática, en el interior de la Península, fue la de 1803-1804. La población, debilitada por la escasez y el hambre, se vio sometida a nuevas epidemias a principios del siglo XIX, como la fiebre amarilla.
La pervivencia del Antiguo Régimen limitaba el alcance de las medidas que podrían solucionar los problemas de la crisis de subsistencia y la caída de la producción agraria. Se necesitaban métodos intensivos para recuperar la producción y grandes inversiones de capital.