Crisis política de la monarquía
La monarquía comenzó el siglo XIX inmersa en un proceso de pérdida de credibilidad y de crisis de legitimidad. Derrotada en las guerras, era incapaz de garantizar la defensa del territorio. Sin los caudales de América, se cerraba toda posibilidad de reforma.
En este contexto de crisis se impuso entre los sectores privilegiados la idea de que la solución a todos los problemas era la eliminación de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la entronización de su hijo Fernando. Se produjo, así, en marzo de 1808, el motín de Aranjuez. Godoy fue encarcelado y Carlos IV fue obligado a renunciar a la Corona a favor del príncipe Fernando. Al mismo tiempo, España, sometida a las injerencias de Napoleón, firmaba el Tratado de Fontainebleau (1807), que preveía el reparto de Portugal, aliado de Gran Bretaña, y autorizaba la entrada de los ejércitos napoleónicos en España.
El descontento procedía de distintos ámbitos sociales y políticos:
Sectores privilegiados de la Iglesia y de la nobleza eran contrarios a la política de Godoy de fortalecimiento de la voluntad real y de medidas fiscales que cuestionaban los derechos de estos grupos.
Algunos escritores y políticos difundían clandestinamente una literatura cercana a los presupuestos ideológicos de la Revolución Francesa.
En algunas ciudades y pueblos se produjeron movimientos de oposición al absolutismo que, aunque fallidos, no dejaron de inquietar a las autoridades.
El malestar popular se tradujo en motines de subsistencia y conflictos agrarios contra el pago de derechos señoriales, que jalonaron los años finales del siglo XVIII y primera década del XIX.
La monarquía comenzó el siglo XIX inmersa en un proceso de pérdida de credibilidad y de crisis de legitimidad. Derrotada en las guerras, era incapaz de garantizar la defensa del territorio. Sin los caudales de América, se cerraba toda posibilidad de reforma.
En este contexto de crisis se impuso entre los sectores privilegiados la idea de que la solución a todos los problemas era la eliminación de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la entronización de su hijo Fernando. Se produjo, así, en marzo de 1808, el motín de Aranjuez. Godoy fue encarcelado y Carlos IV fue obligado a renunciar a la Corona a favor del príncipe Fernando. Al mismo tiempo, España, sometida a las injerencias de Napoleón, firmaba el Tratado de Fontainebleau (1807), que preveía el reparto de Portugal, aliado de Gran Bretaña, y autorizaba la entrada de los ejércitos napoleónicos en España.
El descontento procedía de distintos ámbitos sociales y políticos:
Sectores privilegiados de la Iglesia y de la nobleza eran contrarios a la política de Godoy de fortalecimiento de la voluntad real y de medidas fiscales que cuestionaban los derechos de estos grupos.
Algunos escritores y políticos difundían clandestinamente una literatura cercana a los presupuestos ideológicos de la Revolución Francesa.
En algunas ciudades y pueblos se produjeron movimientos de oposición al absolutismo que, aunque fallidos, no dejaron de inquietar a las autoridades.
El malestar popular se tradujo en motines de subsistencia y conflictos agrarios contra el pago de derechos señoriales, que jalonaron los años finales del siglo XVIII y primera década del XIX.