La lentitud y las dificultades del proceso industrializador tuvieron una directa relación con la falta de articulación del mercado nacional. Estas dificultades para el comercio interno eran debidas, en gran parte, a la deficiente situación en que se encontraban las comunicaciones y los transportes en la primera mitad del siglo XIX.
Al siglo XVIII se le ha llamado el siglo de hacer caminos, por la labor entonces realizada. Las carreteras aumentaron a partir de 1840, calculándose en alrededor de 2.000 los kilómetros de carretera existentes al final del reinado de Isabel II.
El tendido de la red ferroviaria fue el elemento básico para la articulación del mercado nacional, imprescindible para el desarrollo del capitalismo industrial. Fue, además, un factor decisivo en la evolución del propio sistema capitalista, que pasó de industrial a financiero, pues la construcción de las líneas férreas constituyó en sí misma una empresa de tal envergadura económica que implicó a todas las actividades industriales, absorbió la acumulación de capital que se había ido generando y dio nuevas perspectivas al desarrollo capitalista. Deben también considerarse sus repercusiones sociales, pues sirvió al Estado para un mejor control del territorio.
La inercia política y la escasa iniciativa capitalista anteriores fueron superadas entonces al abrirse paso al capital y a la técnica extranjeros y estimularse el capital español. El efecto fue inmediato: entre 1856 y 1866 se tendieron casi 5.000 kilómetros de vía y se crearon numerosas compañías. Las expectativas de ganancia se cumplieron en lo referido a la construcción, llena de escándalos especulativos, pero no en lo referido a la explotación de las líneas, que fueron, en general, deficitarias.
Las grandes ventajas que dio el Estado hicieron que el capital tendiera a concentrarse en el negocio ferroviario y que las inversiones en la industria se postergaran con lo que, cuando hubo ferrocarril, no hubo suficiente desarrollo industrial para su oferta de transporte.
Fue importante el capital francés, que a principios del siglo XX aún controlaba el 85 % del ferrocarril español. La invasión de material ferroviario extranjero supuso un relativo freno para la siderurgia nacional.
Al siglo XVIII se le ha llamado el siglo de hacer caminos, por la labor entonces realizada. Las carreteras aumentaron a partir de 1840, calculándose en alrededor de 2.000 los kilómetros de carretera existentes al final del reinado de Isabel II.
El tendido de la red ferroviaria fue el elemento básico para la articulación del mercado nacional, imprescindible para el desarrollo del capitalismo industrial. Fue, además, un factor decisivo en la evolución del propio sistema capitalista, que pasó de industrial a financiero, pues la construcción de las líneas férreas constituyó en sí misma una empresa de tal envergadura económica que implicó a todas las actividades industriales, absorbió la acumulación de capital que se había ido generando y dio nuevas perspectivas al desarrollo capitalista. Deben también considerarse sus repercusiones sociales, pues sirvió al Estado para un mejor control del territorio.
La inercia política y la escasa iniciativa capitalista anteriores fueron superadas entonces al abrirse paso al capital y a la técnica extranjeros y estimularse el capital español. El efecto fue inmediato: entre 1856 y 1866 se tendieron casi 5.000 kilómetros de vía y se crearon numerosas compañías. Las expectativas de ganancia se cumplieron en lo referido a la construcción, llena de escándalos especulativos, pero no en lo referido a la explotación de las líneas, que fueron, en general, deficitarias.
Las grandes ventajas que dio el Estado hicieron que el capital tendiera a concentrarse en el negocio ferroviario y que las inversiones en la industria se postergaran con lo que, cuando hubo ferrocarril, no hubo suficiente desarrollo industrial para su oferta de transporte.
Fue importante el capital francés, que a principios del siglo XX aún controlaba el 85 % del ferrocarril español. La invasión de material ferroviario extranjero supuso un relativo freno para la siderurgia nacional.