A las elecciones, celebradas el 16 de febrero de 1936, acudieron las fuerzas de izquierda unidas en el Frente Popular, coalición electoral que agrupaba a los partidos republicanos de izquierda (Unión Republicana, Izquierda Republicana), regionalistas (Esquerra catalana, Partido Galeguista) y socialistas y comunistas (PSOE, PCE y POUM). Su programa consistía en recuperar las grandes líneas de actuación del bienio azañista, así como una amnistía general para los represaliados por los sucesos de 1934.
La derecha concurrió a las elecciones dividida entre el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, que aglutinaba importantes sectores monárquicos y tradicionales, la CEDA de Gil Robles y Falange Española, liderada por José Antonio Primo de Rivera. Su programa consistía en «ir a por los 300 diputados» para llevar a cabo la reforma de la Constitución, pero sin mayor concreción.
En medio se encontraban las candidaturas de carácter centrista, inspiradas por Portela Valladares.
Las elecciones resultaron muy competidas (la participación electoral fue del 70 %). Los resultados electorales reflejaron la división del país en dos actitudes. Derecha e izquierda obtuvieron un número de votos muy aproximado, en torno a los cuatro millones cada una. Sin embargo, la unión electoral proporcionó el éxito a la izquierda y Azaña quedó encargado de presidir el nuevo gobierno.
En el mes de mayo, al ser nombrado Azaña presidente de la República, tras la destitución de Alcalá Zamora por las Cortes, Casares Quiroga presidió el nuevo gabinete. El gobierno no contó con el apoyo unánime de los socialistas, divididos entre la postura adoptada por Prieto, partidario de la colaboración con la burguesía de izquierdas, y la exhibida por Largo Caballero, contrario a esa colaboración.
La derecha concurrió a las elecciones dividida entre el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, que aglutinaba importantes sectores monárquicos y tradicionales, la CEDA de Gil Robles y Falange Española, liderada por José Antonio Primo de Rivera. Su programa consistía en «ir a por los 300 diputados» para llevar a cabo la reforma de la Constitución, pero sin mayor concreción.
En medio se encontraban las candidaturas de carácter centrista, inspiradas por Portela Valladares.
Las elecciones resultaron muy competidas (la participación electoral fue del 70 %). Los resultados electorales reflejaron la división del país en dos actitudes. Derecha e izquierda obtuvieron un número de votos muy aproximado, en torno a los cuatro millones cada una. Sin embargo, la unión electoral proporcionó el éxito a la izquierda y Azaña quedó encargado de presidir el nuevo gobierno.
En el mes de mayo, al ser nombrado Azaña presidente de la República, tras la destitución de Alcalá Zamora por las Cortes, Casares Quiroga presidió el nuevo gabinete. El gobierno no contó con el apoyo unánime de los socialistas, divididos entre la postura adoptada por Prieto, partidario de la colaboración con la burguesía de izquierdas, y la exhibida por Largo Caballero, contrario a esa colaboración.