Las elecciones de 2000
Resultados electorales de 2000
El PP pretendió reforzar su situación con el objetivo de lograr un mayor apoyo electoral. Dirigió su estrategia a reducir las posiciones de poder de los socialistas, resaltando sus escándalos y errores del pasado para descalificarlos como oposición, y a obstaculizar el desarrollo de medios de comunicación no afines. Pero esta estrategia generó un ambiente de crispación.
Las dificultades que parecía encontrar el PP para ensanchar su base electoral tenían más que ver con la imagen -que arrastraba del pasado- de partido situado muy a la derecha que con la tibia oposición al ejecutivo que realizaba el PSOE. Desde 1998, el PP cambió su orientación política, inició un viraje al centro y esperó que la buena coyuntura económica ampliara los apoyos.
El PSOE se mostró desorientado después de tantos años de ejercer el poder. La renuncia de Felipe González a seguir dirigiendo la organización creó un grave problema de liderazgo. La situación de Joaquín Almunia como su sucesor en la secretaría general tardó en normalizarse. El hecho de que el PP no contara con mayoría absoluta en el Parlamento dio a los partidos nacionalistas la posibilidad de disponer de una amplia capacidad de influencia en la gobernación del país. Paradójicamente, en esta situación se radicalizaron.
Las elecciones generales fueron convocadas para el 12 de marzo de 2000. El avance de los populares y la derrota de los socialistas, que provocó la dimisión de Joaquín Almunia, resultaron considerablemente más amplias de lo previsto. El PP, con 183 diputados, lograba la mayoría absoluta, acababa con sus tradicionales dificultades electorales y podía gobernar cómodamente.
José María Aznar, que renovó su viejo compromiso de no presentar su candidatura en las siguientes elecciones, se reafirmó como su referente indiscutible. En cambio, José Luis Rodríguez Zapatero, nuevo secretario general del PSOE, tardaría en consolidar su liderazgo.
Resultados electorales de 2000
El PP pretendió reforzar su situación con el objetivo de lograr un mayor apoyo electoral. Dirigió su estrategia a reducir las posiciones de poder de los socialistas, resaltando sus escándalos y errores del pasado para descalificarlos como oposición, y a obstaculizar el desarrollo de medios de comunicación no afines. Pero esta estrategia generó un ambiente de crispación.
Las dificultades que parecía encontrar el PP para ensanchar su base electoral tenían más que ver con la imagen -que arrastraba del pasado- de partido situado muy a la derecha que con la tibia oposición al ejecutivo que realizaba el PSOE. Desde 1998, el PP cambió su orientación política, inició un viraje al centro y esperó que la buena coyuntura económica ampliara los apoyos.
El PSOE se mostró desorientado después de tantos años de ejercer el poder. La renuncia de Felipe González a seguir dirigiendo la organización creó un grave problema de liderazgo. La situación de Joaquín Almunia como su sucesor en la secretaría general tardó en normalizarse. El hecho de que el PP no contara con mayoría absoluta en el Parlamento dio a los partidos nacionalistas la posibilidad de disponer de una amplia capacidad de influencia en la gobernación del país. Paradójicamente, en esta situación se radicalizaron.
Las elecciones generales fueron convocadas para el 12 de marzo de 2000. El avance de los populares y la derrota de los socialistas, que provocó la dimisión de Joaquín Almunia, resultaron considerablemente más amplias de lo previsto. El PP, con 183 diputados, lograba la mayoría absoluta, acababa con sus tradicionales dificultades electorales y podía gobernar cómodamente.
José María Aznar, que renovó su viejo compromiso de no presentar su candidatura en las siguientes elecciones, se reafirmó como su referente indiscutible. En cambio, José Luis Rodríguez Zapatero, nuevo secretario general del PSOE, tardaría en consolidar su liderazgo.