Las ventajas de visitar lugares solitarios
Si tenéis oportunidad, seleccionar visitas guiadas. En estos pequeños y poco visitados museos no suele haber guías profesionales, sino expertos que se avienen a enseñarlos. Recorrer una de estas colecciones de la mano de un especialista enamorado del museo, es un placer incomparable. Recuerdo la oportunidad que tuve de visitar el Archivo de Simancas, que habitualmente no está abierto al público, de la mano de su director, aquellos antiguos legajos, se transformaban en sus palabras, en hechos vivos de la historia de España.
Pero no solo de historia y cultura vive el hombre. Visitando la ciudad de Morella, entramos por casualidad en una pastelería que alberga un Museo del Chocolate. Recoge la historia de un pequeño negocio familiar que ha ido pasando de padres a hijos, y que en su último ampliación, no se han desecho del antiguo obrador, sino que lo han transformado en museo con las máquinas e instrumentos utilizados por la familia desde antiguo. Lógicamente no hay piezas de gran valor pecuniario, pero lo que no tiene precio es que el perteneciente a una estirpe de artesanos, te explique con autentico amor a su oficio, la utilidad de aquellos instrumentos. La entrada en la chocolatería, se prolongó mucho más de lo esperado y terminamos comprando más de lo previsto, pero desde luego el tiempo y dinero dedicado merecieron la pena.
Lo mismo me ocurrió en el Valle de Aran teniendo como cicerone a una amiga, dueña de "Eth Corrau” de Bagergue, la casa de sus abuelos, que ha trasformado en un museo etnográfico particular, con todos los enseres heredados, mas otros que han conseguido, regalados o comprados a los vecinos del pueblo ppor ella y su marido, e igual me pasó cuando me topé de improviso en un convento dominico de Ávila con una colección de Arte Oriental, enseñada por un dominico misionero en Oriente toda su vida, que conocía no sólo el arte, sino la anécdota que se escondía en las piezas recogida por los misioneros de todos los países asiáticos.
La pequeñez del museo o la colección no es demérito, resulta mucho más agradable y provechos visitar, durante un par de horas en Buitrago, tranquilamente y en soledad, una asombrosa colección de pinturas de Picasso, donadas por su barbero personal, que trotar toda una mañana por el Reina Sofía para terminar viendo, ¡es verdad!, la maravilla del Guernica, junto a una muchedumbre que no permite el recogimiento.
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Si tenéis oportunidad, seleccionar visitas guiadas. En estos pequeños y poco visitados museos no suele haber guías profesionales, sino expertos que se avienen a enseñarlos. Recorrer una de estas colecciones de la mano de un especialista enamorado del museo, es un placer incomparable. Recuerdo la oportunidad que tuve de visitar el Archivo de Simancas, que habitualmente no está abierto al público, de la mano de su director, aquellos antiguos legajos, se transformaban en sus palabras, en hechos vivos de la historia de España.
Pero no solo de historia y cultura vive el hombre. Visitando la ciudad de Morella, entramos por casualidad en una pastelería que alberga un Museo del Chocolate. Recoge la historia de un pequeño negocio familiar que ha ido pasando de padres a hijos, y que en su último ampliación, no se han desecho del antiguo obrador, sino que lo han transformado en museo con las máquinas e instrumentos utilizados por la familia desde antiguo. Lógicamente no hay piezas de gran valor pecuniario, pero lo que no tiene precio es que el perteneciente a una estirpe de artesanos, te explique con autentico amor a su oficio, la utilidad de aquellos instrumentos. La entrada en la chocolatería, se prolongó mucho más de lo esperado y terminamos comprando más de lo previsto, pero desde luego el tiempo y dinero dedicado merecieron la pena.
Lo mismo me ocurrió en el Valle de Aran teniendo como cicerone a una amiga, dueña de "Eth Corrau” de Bagergue, la casa de sus abuelos, que ha trasformado en un museo etnográfico particular, con todos los enseres heredados, mas otros que han conseguido, regalados o comprados a los vecinos del pueblo ppor ella y su marido, e igual me pasó cuando me topé de improviso en un convento dominico de Ávila con una colección de Arte Oriental, enseñada por un dominico misionero en Oriente toda su vida, que conocía no sólo el arte, sino la anécdota que se escondía en las piezas recogida por los misioneros de todos los países asiáticos.
La pequeñez del museo o la colección no es demérito, resulta mucho más agradable y provechos visitar, durante un par de horas en Buitrago, tranquilamente y en soledad, una asombrosa colección de pinturas de Picasso, donadas por su barbero personal, que trotar toda una mañana por el Reina Sofía para terminar viendo, ¡es verdad!, la maravilla del Guernica, junto a una muchedumbre que no permite el recogimiento.
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