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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Adictos al trabajo

5 abr

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Son las seis de la mañana. Un zumbido le despierta. No es el despertador. Es la palm que le anuncia que tiene sesenta correos-e esperando su respuesta. Pero es domingo y decidió quedarse en casa trabajando, como en los veinte fines de semana anteriores. Con seguridad los próximos también. Está de mal humor y su pareja visiblemente molesta. Se trata ni más ni menos que de un adicto al trabajo. En inglés les llaman workaholics. Son personas ambiciosas y autoexigentes, con síntomas de preocupación constante por el propio rendimiento. A diferencia de otras adicciones, a menudo esta logra consenso familiar y social en aras de un bienestar futuro. Entre sus argumentos también figuran las nociones de oportunidad (ahora o nunca), la inmediatez (es solo por este año) y un cierto sentido de culpabilidad si desatiende las tareas supuestamente pendientes. Aunque también es cierto que hay personas que disfrutan de esta adicción y se sienten realizadas...

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Mas allá de lo obvio, reconocemos en la adicción una doble inscripción: una realidad social opresiva, una fuerte presión de la empresa que exigen el máximo rendimiento y, por otro lado, una dimensión personal en donde la compulsión a trabajar no tiene motivaciones económicas sino emocionales. Los fines de semana pueden resultar agobiantes porque no saben disfrutar. Sienten que hay demasiadas horas libres que hay que aprovechar para adelantar los trabajos de la semana. Su vida es un reto constante a la eficiencia. Para las mujeres con responsabilidades familiares se trata de un estilo de vida difícil de sostener...

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En Estados Unidos, han detectado las consecuencias de esta adicción y lejos de premiar la dedicación están comenzando a castigarla. No lo hacen por bondad, sino porque creen que mejora la productividad, baja la rotación laboral y mantiene un buen clima de trabajo. Las personas no se van de las empresas sino de sus jefes. Algunas organizaciones exigen que los celulares sean apagados y que no se contesten los correos-e....

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No creo que ningún ejecutivo, en su lecho de muerte, lamente no haber pasado mas horas en su despacho sin haber disfrutado más de la vida. Lamentará haber llenado cuentas bancarias a costa de su tiempo, moneda única de alto valor para el desarrollo personal familiar y social. En fin, para vivir la vida con calidad.