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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: NOCHE DE GUARDIA...

NOCHE DE GUARDIA

por Camelia

Como cada día, unos minutos antes de las diez de la noche, el personal de enfermería se iba incorporando a sus correspondientes servicios en el hospital.

Los uniformes de trabajo se iban sustituyendo por la ropa de calle y viceversa, cruzándose los que entraban y los que salían en los puntos comunes: pasillos, ascensores, puertas de acceso...

La guardia de la noche eran diez horas de trabajo, hasta que el turno matinal, les daba el cambio a las ocho de la mañana.

Tras una breve despedida y un deseo de buen turno unos iban hacia los vestuarios, cansados y con ganas de pisar la calle mientras los otros se ponían manos a la obra.

Antes de marcharse, los compañeros de la tarde les ponían al corriente sobre lo más importante, sintetizando lo sucedido, a lo largo del día. Un repaso a los cuartos para informar, de cómo habían pasado las horas precedentes sus ocupantes, y confirmar si la planta estaba llena o se esperaban nuevos ingresos.

Lo más importante, en cada turno, era estar preparados para los posibles cambios que pudiesen presentarse a lo largo de las próximas horas.

Cada turno era una incógnita, la oscuridad de la noche vista a través de las ventanas de la habitación, de un hospital, en un espacio tan reducido e impregnada por el olor indescriptible de mezclas de fluidos corporales y desinfectantes, reducía subjetivamente la capacidad de las cuatro paredes que la conformaban.

Las luces apagadas o amortiguadas creaban un ambiente en el que además de la oscuridad, se sumaba el silencio, que iba incrementándose a medida que las bombillas, focos y fluorescentes desaparecían por completo, transformando los pasillos de las grandes salas, en lugares fantasmagóricos, y los de las plantas ocupadas en corredores solitarios y amplios, en el que solo se observaba algún punto luminoso de orientación.

El hospital en la noche, se convertía en un edificio totalmente distinto al que se veía el resto del día. La plantilla necesaria de personal sanitario de noche, los enfermos y algún familiar en las habitaciones eran toda la población, con lo que el jaleo, que por distintos motivos lo perturbaban en las horas diurnas desaparecía y lo convertían en una construcción muda.

Muchos enfermos pasaban la noche en vela con la luz encendida, sobre todo los que sufrían alguna enfermedad respiratoria y otros a los que el dolor o la desorientación les negaban la paz necesaria para su descanso. La oscuridad de la noche producía angustia y desconocimiento.

Cuando una urgencia en la madrugada generaba ruidos y voces difíciles de acallar, se despertaban y se sentían indefensos y ávidos de saber que ocurría al otro lado de sus puertas. Era uno de los momentos en los que los timbres sonaban con más frecuencia. Lo más importante para que esto no ocurriese, era que confiasen, en el personal sanitario que los cuidaría durante la noche.