Otro chiste de Correos, pero creo que este es más bien para llorar...
Un alto directivo de Correos padece estrés y la Dirección lo manda un mes con todos los gastos pagados a una magnífica casa rural, pero el hombre se aburre tanto que acaba llendo a una granja cercana y suplica que le den alguna ocupación.
El granjero piensa que el "señorito" será incapaz de hacer nada bien. No obstante, le dice que reparta una inmensa montaña de estiercol por todo el terreno de siembra.
Ante el asombro del granjero, el directivo había terminado en veinte minutos y le pedía más faena. Así, el grangero le da un gran cuchillo y le pide que decapite 800 pollos.
Quince minutos depués había decapitado los 800 pollos y pedía más trabajo. El granjero, admirado, le encarga que separe un montón de patatas según su tamaño; las grandes a un lado, las chicas a otro.
Pasan algunas horas. El granjero, extrañado por la tardanza, va a ver lo que ocurre y se encuentra el montón de patatas intacto y al directivo con cara de frustación con una patata en la mano a la que no dejaba de darle vueltas para observarla desde todos los ángulos posibles.
Cuando el granjero le pregunta cuál es el problema, el directivo responde: Verás, lo de repartir mierda y cortar cabezas lo hago con los ojos cerrados, pero esto de tomar decisiones es otra cosa.
Un alto directivo de Correos padece estrés y la Dirección lo manda un mes con todos los gastos pagados a una magnífica casa rural, pero el hombre se aburre tanto que acaba llendo a una granja cercana y suplica que le den alguna ocupación.
El granjero piensa que el "señorito" será incapaz de hacer nada bien. No obstante, le dice que reparta una inmensa montaña de estiercol por todo el terreno de siembra.
Ante el asombro del granjero, el directivo había terminado en veinte minutos y le pedía más faena. Así, el grangero le da un gran cuchillo y le pide que decapite 800 pollos.
Quince minutos depués había decapitado los 800 pollos y pedía más trabajo. El granjero, admirado, le encarga que separe un montón de patatas según su tamaño; las grandes a un lado, las chicas a otro.
Pasan algunas horas. El granjero, extrañado por la tardanza, va a ver lo que ocurre y se encuentra el montón de patatas intacto y al directivo con cara de frustación con una patata en la mano a la que no dejaba de darle vueltas para observarla desde todos los ángulos posibles.
Cuando el granjero le pregunta cuál es el problema, el directivo responde: Verás, lo de repartir mierda y cortar cabezas lo hago con los ojos cerrados, pero esto de tomar decisiones es otra cosa.