La danza teatral
Piotr Ilich Tchaikovsky
Saber más
El lago de los cisnes
En mayo de 1875 Tchaikovsky aceptó el encargo de los Teatros Imperiales de Moscú de componer la música del ballet El lago de los cisnes. En una carta a Rims...
El ballet como forma artística independiente de la ópera se consagra definitivamente en el siglo XIX, siendo el Romanticismo francés el que revolucionó la técnica.
Algunas figuras importantes de este período fueron las bailarinas italianas Marie Taglioni (1804-1884), quien estrenó en 1832 La sílfide, ballet en dos actos de Jean Schneitzhoeffer, con coreografía del padre de la propia Marie, Filippo Taglioni; Fanny Cerrito y Carlotta Grisi, la primera bailarina que encarnó a Giselle (1841), la protagonista del ballet en dos actos del compositor francés Adolphe Adam (1803-1856), y la danesa Lucile Grahn. Todas ellas consiguieron que un público cada vez más numeroso se interesara por la danza teatral.
Además de París, en las capitales de Rusia, Dinamarca, Inglaterra y Austria se desarrolló también una intensa actividad en el campo de la danza teatral.
El punto culminante se alcanzó en Rusia gracias al bailarín y coreógrafo francés Marius Petipa (1819-1910), quien desde que fue a bailar a San Petersburgo en 1847 hasta que se retiró como maestro de ballet en 1903 creó danzas para más de 100 obras. Entre las principales se recuerdan sus versiones de los ballets de Léon Minkus (1826-1917) Don Quijote, estrenada en Moscú en 1869, y La bayadera, cuyo estreno tuvo lugar en San Petersburgo en 1877. Pero donde brilló muy en especial el arte de Petipa fue en las coreografías creadas para los ballets de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) La bella durmiente (1890), Cascanueces (1892) y El lago de los cisnes (1895). Petipa inauguró un modelo de estrecha colaboración entre un coreógrafo de talento y un compositor de talla, modelo que sería después seguido por los grandes coreógrafos del siglo XX.
Piotr Ilich Tchaikovsky
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El lago de los cisnes
En mayo de 1875 Tchaikovsky aceptó el encargo de los Teatros Imperiales de Moscú de componer la música del ballet El lago de los cisnes. En una carta a Rims...
El ballet como forma artística independiente de la ópera se consagra definitivamente en el siglo XIX, siendo el Romanticismo francés el que revolucionó la técnica.
Algunas figuras importantes de este período fueron las bailarinas italianas Marie Taglioni (1804-1884), quien estrenó en 1832 La sílfide, ballet en dos actos de Jean Schneitzhoeffer, con coreografía del padre de la propia Marie, Filippo Taglioni; Fanny Cerrito y Carlotta Grisi, la primera bailarina que encarnó a Giselle (1841), la protagonista del ballet en dos actos del compositor francés Adolphe Adam (1803-1856), y la danesa Lucile Grahn. Todas ellas consiguieron que un público cada vez más numeroso se interesara por la danza teatral.
Además de París, en las capitales de Rusia, Dinamarca, Inglaterra y Austria se desarrolló también una intensa actividad en el campo de la danza teatral.
El punto culminante se alcanzó en Rusia gracias al bailarín y coreógrafo francés Marius Petipa (1819-1910), quien desde que fue a bailar a San Petersburgo en 1847 hasta que se retiró como maestro de ballet en 1903 creó danzas para más de 100 obras. Entre las principales se recuerdan sus versiones de los ballets de Léon Minkus (1826-1917) Don Quijote, estrenada en Moscú en 1869, y La bayadera, cuyo estreno tuvo lugar en San Petersburgo en 1877. Pero donde brilló muy en especial el arte de Petipa fue en las coreografías creadas para los ballets de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) La bella durmiente (1890), Cascanueces (1892) y El lago de los cisnes (1895). Petipa inauguró un modelo de estrecha colaboración entre un coreógrafo de talento y un compositor de talla, modelo que sería después seguido por los grandes coreógrafos del siglo XX.