Intentos de crear una ópera nacional
Libreto de La Dolores (1895)
Al comenzar el siglo XIX, no existía en España una ópera nacional. Se vivía de los compositores y las obras italianas hasta el punto de que, al inaugurarse el Teatro Real de Madrid en 1850, los autores más programados fueron Rossini, Verdi, Bellini y Donizetti.
Ante esto, algunos compositores españoles llegaron a escribir óperas sobre libretos en italiano, pero sin éxito. Así lo hicieron Ramón Carnicer (1789-1855), Hilarión Eslava (1807-1878) y Baltasar Saldoni (1807-1889), entre otros. Un cierto triunfo consiguió Vicente Cuyás (1816-1838) con La fattuchiera.
Emilio Arrieta (1823-1894) trató de crear una ópera ampliando a tres actos su zarzuela Marina y añadiéndole algunas arias. A Tomás Bretón (1850-1923) se deben óperas como Los amantes de Teruel, Garín y, sobre todo, La Dolores, que alcanzó un gran éxito.
Ruperto Chapí (1851-1909) también se aventuró en el terreno operístico con sus obras La bruja y Margarita la tornera. Felipe Pedrell (1841-1922) compuso asimismo varias óperas, entre las que descuella La Celestina, pero consiguió mayor relevancia por sus trabajos teóricos. Enrique Granados (1867-1916) se sirvió de su suite para piano Goyescas para componer una ópera en dos actos que estrenó en Nueva York.
Libreto de La Dolores (1895)
Al comenzar el siglo XIX, no existía en España una ópera nacional. Se vivía de los compositores y las obras italianas hasta el punto de que, al inaugurarse el Teatro Real de Madrid en 1850, los autores más programados fueron Rossini, Verdi, Bellini y Donizetti.
Ante esto, algunos compositores españoles llegaron a escribir óperas sobre libretos en italiano, pero sin éxito. Así lo hicieron Ramón Carnicer (1789-1855), Hilarión Eslava (1807-1878) y Baltasar Saldoni (1807-1889), entre otros. Un cierto triunfo consiguió Vicente Cuyás (1816-1838) con La fattuchiera.
Emilio Arrieta (1823-1894) trató de crear una ópera ampliando a tres actos su zarzuela Marina y añadiéndole algunas arias. A Tomás Bretón (1850-1923) se deben óperas como Los amantes de Teruel, Garín y, sobre todo, La Dolores, que alcanzó un gran éxito.
Ruperto Chapí (1851-1909) también se aventuró en el terreno operístico con sus obras La bruja y Margarita la tornera. Felipe Pedrell (1841-1922) compuso asimismo varias óperas, entre las que descuella La Celestina, pero consiguió mayor relevancia por sus trabajos teóricos. Enrique Granados (1867-1916) se sirvió de su suite para piano Goyescas para componer una ópera en dos actos que estrenó en Nueva York.