La segunda era (1950-1970)
Los años 50 fueron una época de gran agitación en Hollywood. El declive de la asistencia de público, que descubrió en estos años la televisión como medio de entretenimiento, obtuvo como respuesta avances técnicos como el color, el cinemascope o el sonido estereofónico para atraer de nuevo a la audiencia.
La música para el cine también cambió: la música sinfónico-romántica desapareció para dejar paso a la modernidad, ya fuese el jazz o la investigación sonora.
La orquesta de sesenta o más músicos requerida por una partitura típica comenzó a ser sustituida por grupos más reducidos usados de un modo imaginativo, buscando nuevas sonoridades y un uso menos constante a lo largo del film, de modo que el impacto de la música fuese mayor. La película Un tranvía llamado deseo (1951), con música de Alex North, abrió el camino mezclando lo sinfónico y el jazz con un sorprendente resultado.
Mientras tanto, la primera generación de compositores continuaba trabajando, y alguno de ellos, como Bernard Hermann, tuvo entonces su etapa dorada en colaboración con el director Alfred Hitchcock, convirtiéndose para muchos en el mejor compositor de cine que haya existido. Otros nombres significativos de la época fueron Alex North (1910-1988), Elmer Bernstein (1922), Jerry Goldsmith (1929) y los italianos Ennio Morricone (1928) y Nino Rota (1911-1979), este último gran colaborador del director Federico Fellini.
En los años 60 comenzaron también a utilizarse partituras preexistentes. El director Stanley Kubrick, por ejemplo, renunció a la música original en favor de sus propios montajes de música clásica en sus películas 2001, una odisea en el espacio (1968) y La naranja mecánica (1971), esta última con sintetizadores. La música pop irrumpió también en el medio, haciéndose protagonista de films enteros. Son dignos de mención Maurice Jarre (1924-2009), John Barry (1933) y Henry Mancini (1924-1994), autor de extraordinario éxito en películas como Desayuno con diamantes (1961) y La pantera rosa (1964).
Los años 50 fueron una época de gran agitación en Hollywood. El declive de la asistencia de público, que descubrió en estos años la televisión como medio de entretenimiento, obtuvo como respuesta avances técnicos como el color, el cinemascope o el sonido estereofónico para atraer de nuevo a la audiencia.
La música para el cine también cambió: la música sinfónico-romántica desapareció para dejar paso a la modernidad, ya fuese el jazz o la investigación sonora.
La orquesta de sesenta o más músicos requerida por una partitura típica comenzó a ser sustituida por grupos más reducidos usados de un modo imaginativo, buscando nuevas sonoridades y un uso menos constante a lo largo del film, de modo que el impacto de la música fuese mayor. La película Un tranvía llamado deseo (1951), con música de Alex North, abrió el camino mezclando lo sinfónico y el jazz con un sorprendente resultado.
Mientras tanto, la primera generación de compositores continuaba trabajando, y alguno de ellos, como Bernard Hermann, tuvo entonces su etapa dorada en colaboración con el director Alfred Hitchcock, convirtiéndose para muchos en el mejor compositor de cine que haya existido. Otros nombres significativos de la época fueron Alex North (1910-1988), Elmer Bernstein (1922), Jerry Goldsmith (1929) y los italianos Ennio Morricone (1928) y Nino Rota (1911-1979), este último gran colaborador del director Federico Fellini.
En los años 60 comenzaron también a utilizarse partituras preexistentes. El director Stanley Kubrick, por ejemplo, renunció a la música original en favor de sus propios montajes de música clásica en sus películas 2001, una odisea en el espacio (1968) y La naranja mecánica (1971), esta última con sintetizadores. La música pop irrumpió también en el medio, haciéndose protagonista de films enteros. Son dignos de mención Maurice Jarre (1924-2009), John Barry (1933) y Henry Mancini (1924-1994), autor de extraordinario éxito en películas como Desayuno con diamantes (1961) y La pantera rosa (1964).