La intuición
El sueño de Jacob, de Frans Frauken (1581-1642). Toledo, Museo de Santa Cruz
Según Bergson, el único medio por el que podemos comprender aquello donde fracasan la inteligencia y su análisis (el movimiento real) es la intuición. El hombre resulta así estar desdoblado en sus potencialidades de relación con el mundo, adaptándose a la dualidad ontológica de la misma realidad: la materia inorgánica de un lado, el espíritu y la vida por otro. Se percibirá lo inútil de intentar contraponer inteligencia e intuición. Ambas responden a funciones vitales opuestas.
La inteligencia nos ha sido dada («como el instinto a la abeja») para dirigir nuestra conducta, es un conocimiento fundamentalmente práctico. Capta la materia para transformar los cuerpos en instrumentos. La intuición, en cambio, piensa en términos de duración: persigue captar la duración constitutiva de las cosas. Porque todas ellas son impulso o tensión dinámica interna: ser es siempre en una u otra forma duración, esa específica determinación espiritual que todo lo empapa. De ahí la frase de Bergson: la intuición consiste en «la visión del espíritu por parte del espíritu».
La intuición bergsoniana es, a la vez, facultad del espíritu y experiencia metafísica, que exige una actitud, una purificación del espíritu para liberarse de las ataduras que le impiden alcanzarla. Por ejemplo, requiere reconsiderar la validez del lenguaje, sospechoso de inadecuación al nuevo objeto; frente al análisis intelectual, necesitado de símbolos, Bergson defiende que la intuición capta la realidad fuera de toda expresión, traducción o representación simbólica.
El sueño de Jacob, de Frans Frauken (1581-1642). Toledo, Museo de Santa Cruz
Según Bergson, el único medio por el que podemos comprender aquello donde fracasan la inteligencia y su análisis (el movimiento real) es la intuición. El hombre resulta así estar desdoblado en sus potencialidades de relación con el mundo, adaptándose a la dualidad ontológica de la misma realidad: la materia inorgánica de un lado, el espíritu y la vida por otro. Se percibirá lo inútil de intentar contraponer inteligencia e intuición. Ambas responden a funciones vitales opuestas.
La inteligencia nos ha sido dada («como el instinto a la abeja») para dirigir nuestra conducta, es un conocimiento fundamentalmente práctico. Capta la materia para transformar los cuerpos en instrumentos. La intuición, en cambio, piensa en términos de duración: persigue captar la duración constitutiva de las cosas. Porque todas ellas son impulso o tensión dinámica interna: ser es siempre en una u otra forma duración, esa específica determinación espiritual que todo lo empapa. De ahí la frase de Bergson: la intuición consiste en «la visión del espíritu por parte del espíritu».
La intuición bergsoniana es, a la vez, facultad del espíritu y experiencia metafísica, que exige una actitud, una purificación del espíritu para liberarse de las ataduras que le impiden alcanzarla. Por ejemplo, requiere reconsiderar la validez del lenguaje, sospechoso de inadecuación al nuevo objeto; frente al análisis intelectual, necesitado de símbolos, Bergson defiende que la intuición capta la realidad fuera de toda expresión, traducción o representación simbólica.