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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Los dos mundos...

Los dos mundos

El mito de la caverna

Hay dos mundos distintos: uno que cambia continuamente y que percibimos por los sentidos; otro que está libre del cambio. Este otro mundo inmutable solo lo percibimos con el entendimiento, con «los ojos del alma» (República, 533d). Platón intuía con esta metáfora que todo el desarrollo del conocimiento tenía que fundarse en algo que estuviese libre de las mutaciones que nos mostraba el mundo real.

Aristóteles, que, en uno de sus escritos, hizo una especie de revisión de los «primeros que filosofaron», ha expresado con claridad este problema: «Platón, desde su juventud, se había familiarizado con Crátilo, y con las opiniones de los partidarios de Heráclito, según las cuales todas las cosas están en flujo continuo y no es posible, por ello, un saber firme. Por otra parte, como era discípulo de Sócrates, que se ocupaba de problemas morales [...] buscando en ellos lo universal y siendo el primero que puso el pensamiento en las definiciones, Platón pensó que sus definiciones tenían que recaer sobre otros seres que los seres sensibles, porque ¿cómo dar una definición común de los objetos sensibles que mudan continuamente? A estos seres los llamó Ideas, afirmando que lo sensible está separado de ellos y de ellos reciben sus nombres» (Metafísica, I, 987a30-987b).

La existencia de un mundo de las Ideas distinto del mundo real planteó un problema muy importante que ha ocupado a filósofos y matemáticos hasta nuestros días: la posible independencia y objetividad de las estructuras formales sobre las que se construye una buena parte del saber científico.