Trepa, nada, cambia de color... naturalmente, me estoy refiriendo a la milenaria y evolucionista rana.
Su especie fue testigo del auge y extinción de los dinosaurios, conoció este planeta cuando aún no lo hollaba el hombre o lo sobrevolaba el pájaro. La rana es de piel delgada y de acusada timidez y su increíble capacidad de adaptación le permitió sabrevivir a sus innumerables enemigos. Puede confundirse con el medio ambiente como un camaleón, trepar por los árboles como una ardilla, nadar más veloz que un pez, saltar una distancia veinte veces mayor que el largo de su cuerpo, simular el vuelo de un ave y extraer medios de subsistencia del abrasado desierto o de la tundra nevada...
Su especie fue testigo del auge y extinción de los dinosaurios, conoció este planeta cuando aún no lo hollaba el hombre o lo sobrevolaba el pájaro. La rana es de piel delgada y de acusada timidez y su increíble capacidad de adaptación le permitió sabrevivir a sus innumerables enemigos. Puede confundirse con el medio ambiente como un camaleón, trepar por los árboles como una ardilla, nadar más veloz que un pez, saltar una distancia veinte veces mayor que el largo de su cuerpo, simular el vuelo de un ave y extraer medios de subsistencia del abrasado desierto o de la tundra nevada...
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La rana, auténtico mago de la evolución y a cuya existencia posiblemente debemos la nuestra.
Fue uno de los primeros animales que como un lagarto se arrastró fuera del prístino pantanal y se apostó en tierra firme, transformándo sus aletas en patas cuyos principios básicos aún tienen que ser mejorados. La rana, de la que existen más de trescientas especies en el mundo, sigue siendo un animal anfibio. De sus huevos, puestos en el agua, nacen los renacuajos, que tienen forma de pez y que, tras una asombrosa metamorfosis, se convierten en ranas: criaturas terrestres de respiración pulmonar.
Por cada rana que vive lo suficiente para reproducirse, centenares son presa de seres tales como halcones, búhos, gaviotas, garzas, comadrejas, tejones, nutrias, ratas y ofidios. Para compensar esta carnicería de su especie, la rana hembra pone entre mil y cuatro mil huevos cada primavera, formando montoncitos de jalea de desove, parecida a la tapioca, a la orilla de lagunas poco profundas...
La rana, auténtico mago de la evolución y a cuya existencia posiblemente debemos la nuestra.
Fue uno de los primeros animales que como un lagarto se arrastró fuera del prístino pantanal y se apostó en tierra firme, transformándo sus aletas en patas cuyos principios básicos aún tienen que ser mejorados. La rana, de la que existen más de trescientas especies en el mundo, sigue siendo un animal anfibio. De sus huevos, puestos en el agua, nacen los renacuajos, que tienen forma de pez y que, tras una asombrosa metamorfosis, se convierten en ranas: criaturas terrestres de respiración pulmonar.
Por cada rana que vive lo suficiente para reproducirse, centenares son presa de seres tales como halcones, búhos, gaviotas, garzas, comadrejas, tejones, nutrias, ratas y ofidios. Para compensar esta carnicería de su especie, la rana hembra pone entre mil y cuatro mil huevos cada primavera, formando montoncitos de jalea de desove, parecida a la tapioca, a la orilla de lagunas poco profundas...
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La jalea de desove está moteada de diminutas huevas negras fecundadas externamente por la esperma masculina y protegidas por un glóbulo gelatinoso.
Al absorber rápidamente agua la membrana que rodea los huevos, la masa entera se hincha hasta alcanzar un tamaño cuarenta o cincuenta veces mayor que el de la rana madre, permaneciendo a flote sobre la superficie acuática. Antes de seis semanas, los huevos se convierten en renacuajos.
La siguiente etapa en la evolución de la rana tiene lugar durante los meses de junio y julio. Centenares de antiguos renacuajos, ahora diminutas ranitas, abandonan sus lagunas y se diseminan por el campo cubriendo distancias de hasta casi un kilómetro para comenzar su arriesgada existencia terrestre.
Gilbert White, naturalista del siglo XVIII, observó que esta emigración a menudo se produce después de una copiosa precipitación pluvial, dando en consecuencia, pie a la superstición rural de que en verano "llueven ranas del cielo"...
La jalea de desove está moteada de diminutas huevas negras fecundadas externamente por la esperma masculina y protegidas por un glóbulo gelatinoso.
Al absorber rápidamente agua la membrana que rodea los huevos, la masa entera se hincha hasta alcanzar un tamaño cuarenta o cincuenta veces mayor que el de la rana madre, permaneciendo a flote sobre la superficie acuática. Antes de seis semanas, los huevos se convierten en renacuajos.
La siguiente etapa en la evolución de la rana tiene lugar durante los meses de junio y julio. Centenares de antiguos renacuajos, ahora diminutas ranitas, abandonan sus lagunas y se diseminan por el campo cubriendo distancias de hasta casi un kilómetro para comenzar su arriesgada existencia terrestre.
Gilbert White, naturalista del siglo XVIII, observó que esta emigración a menudo se produce después de una copiosa precipitación pluvial, dando en consecuencia, pie a la superstición rural de que en verano "llueven ranas del cielo"...