LOS REFRANES.
De origen humilde, pero ricos en ingenio, los refranes son esencias de pensamientos y pomos de experiencia. En España tal vez tengamos más refranes que en ningún otro país.
Los refranes no gozan de la estimación que merecen. Para unos son mercadería intelectual de baratillo; para otros, pasatiempo banal. Nacen tan despectivos conceptos del escaso crédito concedido al pueblo llano, su autor.
Brotaron frente a las brasas de una chimenea pueblerina, sobre los surcos de un arado, y son los hijos expósitos sin padres conocidos que no pueden tener entrada en los saraos del idioma.
Para el Diccionario de la Real Academia Española, el refrán es "un dicho agudo, y sentencioso de uso común". Es cierto, pero son algo más. Son, como ya he dicho, esencias del pensamiento, pomos de experiencia, extractos condensados de sabiduría práctica. Encierran una verdad o sientan una conclusión y dogmatizan desde sus terrenos de filosofía popular: Los refranes son evangelios chiquitos...
De origen humilde, pero ricos en ingenio, los refranes son esencias de pensamientos y pomos de experiencia. En España tal vez tengamos más refranes que en ningún otro país.
Los refranes no gozan de la estimación que merecen. Para unos son mercadería intelectual de baratillo; para otros, pasatiempo banal. Nacen tan despectivos conceptos del escaso crédito concedido al pueblo llano, su autor.
Brotaron frente a las brasas de una chimenea pueblerina, sobre los surcos de un arado, y son los hijos expósitos sin padres conocidos que no pueden tener entrada en los saraos del idioma.
Para el Diccionario de la Real Academia Española, el refrán es "un dicho agudo, y sentencioso de uso común". Es cierto, pero son algo más. Son, como ya he dicho, esencias del pensamiento, pomos de experiencia, extractos condensados de sabiduría práctica. Encierran una verdad o sientan una conclusión y dogmatizan desde sus terrenos de filosofía popular: Los refranes son evangelios chiquitos...
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Decía ayer, que los refranes son evangelios chiquitos, que encierran, a veces, preceptos de filosofía cristiana: "A veces, más vale callar por Dios, que hablar de Dios"; "Quien para otro pide, para sí alcanza". Encomian la extensión y la hondura de la ciencia en una sola conclusión: "Dos cosas no se pueden agotar, el saber y el agua del mar". Estudian los pecados y los vicios: "La envidia es serpiente que al que la abriga le muerde". Abordan todos los temas con variedad inagotable de fórmulas, desde las que fustigan nuestras vanidades: "Humano, humo vano", hasta las que descubren el camino y la ficción de las alabanzas: "La campana no suena si el badajo no la golpea", y las que aconsejan que conviene conocerse a sí mismo: "Cada uno se mida con su palmo, y así, ni el gigante es gigante ni el enano es enano"...
Decía ayer, que los refranes son evangelios chiquitos, que encierran, a veces, preceptos de filosofía cristiana: "A veces, más vale callar por Dios, que hablar de Dios"; "Quien para otro pide, para sí alcanza". Encomian la extensión y la hondura de la ciencia en una sola conclusión: "Dos cosas no se pueden agotar, el saber y el agua del mar". Estudian los pecados y los vicios: "La envidia es serpiente que al que la abriga le muerde". Abordan todos los temas con variedad inagotable de fórmulas, desde las que fustigan nuestras vanidades: "Humano, humo vano", hasta las que descubren el camino y la ficción de las alabanzas: "La campana no suena si el badajo no la golpea", y las que aconsejan que conviene conocerse a sí mismo: "Cada uno se mida con su palmo, y así, ni el gigante es gigante ni el enano es enano"...
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Hechos por el pueblo y sancionados por el pueblo al correr de los años, los refranes son verdaderos monumentos del idioma. A través de sus refranes, el popular ingenio sabe deleitarnos con primorosos juegos de palabras no sólo por su variedad y su donosura, sino también por la hondura de sus enseñanzas. "El dinero hace contar, la alegría hace cantar". Los hay que se deleitan repitiendo una misma palabra para fortalecer el concepto: "Negocio acaba en ocio, pero ocio no acaba en negocio"...
Hechos por el pueblo y sancionados por el pueblo al correr de los años, los refranes son verdaderos monumentos del idioma. A través de sus refranes, el popular ingenio sabe deleitarnos con primorosos juegos de palabras no sólo por su variedad y su donosura, sino también por la hondura de sus enseñanzas. "El dinero hace contar, la alegría hace cantar". Los hay que se deleitan repitiendo una misma palabra para fortalecer el concepto: "Negocio acaba en ocio, pero ocio no acaba en negocio"...
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Con innegable acierto, el refrán sabe también descomponer una palabra para definir con las dos resultantes la primera: "Servil, ser vil". O bien, refunden el pensamiento del pueblo en sólo dos veces enérgicas, vibrantes, cargadas de significación, más elocuentes que cien discursos: "Ocasión, tentación; Mundo, inmundo...
Con innegable acierto, el refrán sabe también descomponer una palabra para definir con las dos resultantes la primera: "Servil, ser vil". O bien, refunden el pensamiento del pueblo en sólo dos veces enérgicas, vibrantes, cargadas de significación, más elocuentes que cien discursos: "Ocasión, tentación; Mundo, inmundo...