¡Y decía Gabriel que no sabía escribir bien...! Pues para no saber escribir bien, menuda historia nos contó hace seis años, que a su vez contaba el hermano Cayo a los chicotes. La verdad es esta una historia que, quien más quien menos, casi todos la hemos oído contar en Alconchel. También casi todos los chicos y chicas del pueblo hemos vivido la experiencia de entrar a la Cueva del Cerro del Castillo. Los chicos lo tenían más fácil que las chicas, puesto que entonces, las chicas no usábamos pantalones y como teníamos que entrar arrastrándonos por el suelo que estaba lleno de polvo y piedras, las pasábamos canutas con éllas y muchas de nosotras salíamos de allí con las rodillas "ensollejás". Los "baberos" -ahora vestidos-, también salían hechos una piltrafa, pues los chicos acostumbraban a hacer fuego en los huecos de las paredes de la cueva con suelas de abarcas viejas o alpargatas para "alumbrarse" mejor; nosotras, incautas, no éramos tan temerarias y como entrábamos sin luz de suelas ni candiles, si tocabámos con la espalda cualquier hueco, ya estábamos como verdaderas "mineras". El problema era mancharnos el babero, porque de los "tisnajos" de manos, cara, y piernas, ya nos ocupábamos nosotras de quitarlos en el Pilón de la Fuente. Sólo era cuestión de echar una carrerilla, cuesta abajo y sin frenos, por la ladera del Cerro.
¡Otro estupendo recuerdo, para explicar a mi "pequeñín"!
¡Otro estupendo recuerdo, para explicar a mi "pequeñín"!