Don Damián, el sacristán
Don Damián, el sacristán
le encanta comerse el pan,
y el párroco está furioso
como un perro rabioso
porque el gordo sacristán
también se come el flan,
del señor cura Agustín
el que toca un violín,
a la hora de la misa
en que canta doña Iza,
Y se come las obleas
repleticas de jalea,
las que el cura va a vender,
y un dinero recoger,
para ayudar a Juliana
la que tiene ancas de rana,
y comprarle un traje nuevo,
y cambiarlo por el viejo.
Pero como don Damián,
el ancioso sacristán
que se come todo el pan,
y la limosna que dan;
no tendrá doña juliana
otro traje en la mañana,
y con sus ancas de rana
seguirá así la semana.
El próximo domingo,
el cura hará un bingo
y con lo que se consiga
ayudará a su amiga;
la pobre doña Juliana,
la que tiene ancas de rana
que por culpa de Damián,
el panzudo sacristán
que se come lo que dan,
sigue la buena Juliana
mostrando patas de rana.
Don Damián, el sacristán
le encanta comerse el pan,
y el párroco está furioso
como un perro rabioso
porque el gordo sacristán
también se come el flan,
del señor cura Agustín
el que toca un violín,
a la hora de la misa
en que canta doña Iza,
Y se come las obleas
repleticas de jalea,
las que el cura va a vender,
y un dinero recoger,
para ayudar a Juliana
la que tiene ancas de rana,
y comprarle un traje nuevo,
y cambiarlo por el viejo.
Pero como don Damián,
el ancioso sacristán
que se come todo el pan,
y la limosna que dan;
no tendrá doña juliana
otro traje en la mañana,
y con sus ancas de rana
seguirá así la semana.
El próximo domingo,
el cura hará un bingo
y con lo que se consiga
ayudará a su amiga;
la pobre doña Juliana,
la que tiene ancas de rana
que por culpa de Damián,
el panzudo sacristán
que se come lo que dan,
sigue la buena Juliana
mostrando patas de rana.