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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Despertó una mañana, cuando las grandes copas de los...

Despertó una mañana, cuando las grandes copas de los árboles sacudían sus hojas, porque la brisa, las acariciaba. Muy de a poquito despegaba sus brazos y un bostezo hizo que viera la luz por primera vez.
No pudo ver el paisaje, pero sintió esa brisa fresca que le perfumaba el rostro.
Sacó uno a uno cada centímetro de su cuerpito. Estaba tan cálido que hizo que la tierra no quisiera dejarlo ir para seguir arrullándose en él. Levantó un brazo, insistió con el otro. Con mucha fuerza despegó el torso de la tierra.
Percibió un aroma a tierra fresca, negra, y por fin quiso escaparse de eso que lo tenía preso.
Por fin, pudo salir.

Eran sus cabellos negros como la plena oscuridad, su rostro pálido, una blancura inconfundible, y sus ojitos... no los recuerdo muy bien, pero sus ojitos tenían un color que brillaba.
Se levantó, miró alrededor, y era algo increíble, maravilloso, su corazón latía con mas fuerza, la transpiración comenzó a fundirse por su cuerpo, se agitó, cerró los ojos y sintió la misma brisa que lo despertó ese día, acariciando cada parte de su rostro.

Un aroma a piñas lo recorría, suspiró. El aire fresco de la mañana, lo detuvo por un instante. Abrió los ojos y frente a él un inmenso pinar que lo refugiaba, con frondosas ramas que llegaban hasta el cielo. Muy a lo lejos se veía un pequeño árbol.

Se acercó con pasitos muy lentos, todo el lugar brillaba, había una cascada que silbaba, el trinar de los pájaros era maravilloso, todavía el corazón no dejaba de latir con emoción. Se detuvo frente a ese árbol, vio que una de sus ramas estaba seca, ajeada por el sol, delgada y se tornaba a tener un color amarillento, pero desconocía lo que pasaba, entonces retomó su paseo para seguir observando todo.

En la rama mas alta del pinar había un pino que tenia, un nido, y de allí venían unos silbidos muy agudos, pensó en subirla, trepo y trepo hasta llegar a aquella rama, desde allí pudo divisar a tres pichones hambrientos.
Soltó una carcajada, que denotaba una mezcla de ternura y mas emoción.
Creo que se quedó allí arriba unas tres a cuatro horas, hasta ver como la mamá les sacaba del árbol unos gusanos y muy de a poquito les llevaba al pico.

Se cansó, esa espera le resultó muy cansadora.
Descendió del árbol.
Sentía sed, y recordó que había oído el silbido de una cascada, siguió el sonido hasta que la encontró, y al beber el agua, sentía que revoloteaban miles de mariposas por su estómago, fresca, dulce, encantadora.
Tanto había bebido que sintió explotar, y para descansar, reposó sobre aquel árbol que había visto cuando comenzó su paseo. Y sobre él durmió.

Pasaron mas o menos ocho horas, lo despertó un nuevo bostezo. Miró aquel árbol y pudo ver que de aquella rama quebradiza, caían algunas gotas, de agua que había bebido, que sin darse cuenta había mojado su cabello. Desde allí una pequeña hoja comenzaba a crecer. Se dio cuenta entonces, que era lo que le sucedía; aquel árbol, necesitaba que alguien se ocupara de él. Entonces corrió hacia la cascada en busca de un poco mas de agua, la acercó hasta el árbol, y muy suavemente la depositó en las raíces.
La tierra absorbía cada parte de agua. No dejaba una gota en el suelo, y el tampoco de detuvo hasta no dejar la tierra empapada.

Estuvo allí, hasta que callo en un sueño muy profundo y durmió.
Despertó con la misma mañana del día anterior, a su lado, una rama de aquel abeto le acariciaba la mejilla.
Dio un salto, y sorprendido, rió y abrazó a aquel abeto.
-tus ramas se ven tan fuertes...
Aquel árbol también lo abrazó, pudo sentir como su cuerpito se fue presionando sobre la corteza de su nuevo compañero.