no vallas del otro lado de la cascada, allí habitan los hombres y muchos, son cazadores.
- ¿cazadores de que?
-no temas, si no cruzas la cascada no tienes porque, preocuparte.
-bueno, me voy. Creo que voy a extrañarte
-yo también.
- pronto volveremos a vernos cuidate del sol, no dejes que dañe tus hojas, es triste dejar atrás a un amigo.
Y comenzó su camino para conocer el lugar.
Iba con rumbo a algo que no conocía, quería ver que era eso que decía al abeto que tiene a las personas tan confundidas.
El sol empezaba a quemar, sentía grandes ganas de beber agua fresca, y por allá a lo lejos escuchó el silbido de la cascada, corrió a gran velocidad, y cuando la vio, tan bella, tan brillante, fresca, transparente, corrió aún mas fuerte y se lanzó sobre ella. Bebió hasta refrescarse por completo y vio que desde el fondo de la cascada había una luz, un túnel, ese debía ser el mismo túnel que le había dicho el abeto que no debía cruzar. Pero algo dentro suyo le decía que necesitaba recorrer del otro lado de la cascada, conocer que pasa con esas personas mayores. Entonces, se puso de pié, miro todo a su alrededor, las aves, el sonido de la cascada, el murmullo de las olas, ese aroma a hierba fresca, se llenó de coraje, y cruzó por debajo de esa cascada.
El camino era largo, allí dentro las rocas eran frías, nunca les dio el sol, un olor a musgo remueve el agua y su color ya se tornaba amarronado, ya no se veían los pecesitos de colores, el día se iba oscureciendo, el túnel es mas largo de lo que el pensaba, y ya se encontraba cansado y con algo de fatiga. Decidió descansar, sentado sobre una roca que encontró en el camino. Suspira el camino es verdaderamente muy largo, y piensa que si este camino es tan largo, mas largo debe ser y mas difícil el camino al corazón de aquellas personas que le dijo el abeto. Y volvió a suspirar.
- ¿cazadores de que?
-no temas, si no cruzas la cascada no tienes porque, preocuparte.
-bueno, me voy. Creo que voy a extrañarte
-yo también.
- pronto volveremos a vernos cuidate del sol, no dejes que dañe tus hojas, es triste dejar atrás a un amigo.
Y comenzó su camino para conocer el lugar.
Iba con rumbo a algo que no conocía, quería ver que era eso que decía al abeto que tiene a las personas tan confundidas.
El sol empezaba a quemar, sentía grandes ganas de beber agua fresca, y por allá a lo lejos escuchó el silbido de la cascada, corrió a gran velocidad, y cuando la vio, tan bella, tan brillante, fresca, transparente, corrió aún mas fuerte y se lanzó sobre ella. Bebió hasta refrescarse por completo y vio que desde el fondo de la cascada había una luz, un túnel, ese debía ser el mismo túnel que le había dicho el abeto que no debía cruzar. Pero algo dentro suyo le decía que necesitaba recorrer del otro lado de la cascada, conocer que pasa con esas personas mayores. Entonces, se puso de pié, miro todo a su alrededor, las aves, el sonido de la cascada, el murmullo de las olas, ese aroma a hierba fresca, se llenó de coraje, y cruzó por debajo de esa cascada.
El camino era largo, allí dentro las rocas eran frías, nunca les dio el sol, un olor a musgo remueve el agua y su color ya se tornaba amarronado, ya no se veían los pecesitos de colores, el día se iba oscureciendo, el túnel es mas largo de lo que el pensaba, y ya se encontraba cansado y con algo de fatiga. Decidió descansar, sentado sobre una roca que encontró en el camino. Suspira el camino es verdaderamente muy largo, y piensa que si este camino es tan largo, mas largo debe ser y mas difícil el camino al corazón de aquellas personas que le dijo el abeto. Y volvió a suspirar.