Los días pasaron el tenía ganas de regresar junto a su amigo el abeto, no le gustaba lo que sucedía en ese bosque, miró todo a su alrededor y todo parecía tan extraño... no entendia como la naturaleza permitía que alguien viniera y le arrebatara todo su belleza.
Mientras pensaba todo esto, mientras se sentía tan furioso, se despertó una nube de tormentas gigantescas, comenzó con una brisa fresca, poco a poco el cielo celeste se convertía en una manta gris oscura dejando el paisaje casi invisible, de repente un fuerte viento, hizo secar sus mejillas, truenos y relámpagos lo sorprendieron, sentía que la tierra se movía, las ramas mas débiles de los árboles empezaban a caer, la tierra se quebraba, como si un desierto de arena hubiera cubierto todo el bosque, los animales corrían hacia un refugio, el cielo cada vez mas oscuro no permitía que se viera una mínima luz.
El, asustado, no sabía lo que ocurría, se aferró al tronco de un árbol que creyó fuerte, cerró los ojos y solo pudo escuchar el sonido de los árboles que chocaban sus ramas unas con otras.
Cae una lluvia constante, el cielo cruje otra vez, y la lluvia azota cada vez con mas fuerza sobre los árboles. Pasaron varios minutos, desde allí podía contemplar como ese paisaje se desplomaba.
Cuando por fin termino todo esa tormenta, abre los ojos, y se encuentra con un lugar desierto. Solo él y el árbol.
No comprendió muy bien lo que había sucedido, pero a lo lejos distingue una especie de cabaña, también azotada por la tormenta. De los techos caían trozos de paja, los vidrios de las ventanas estaban rotos, de repente alguien sale de la ella, lo mira asombrado, el quieto, tímido, el hombre que estaba en la casa era un campesino, desesperado, corrió hacia un corral donde había muchos animales en unas jaulas, no le prestó mucha atención ya que estaba apresurado por sacar a aquellos animales de sus jaulas.
Los animales pudieron escapar, se refugiaron en el bosque, detrás de los árboles. El los miraba asombrado era la primera vez que había visto a una persona. Le asustó la idea de pensar que podría tener algún tipo de arma, como el abeto le había hablado de los cazadores, se quedó detrás del árbol observando como el campesino trababa todas las puertas y ventanas para evitar que el viento las quitara otra vez y rompiera los vidrios.
La tormenta pasó completa, el cielo tomo nuevamente su color, aquel campesino había perdido casi toda la cabaña. Sentado en la puerta miraba a su alrededor y sus manos se tomaban una con otra, apoyó su cabeza, sobre ellas, y miraba al cielo. De sus ojos caían lágrimas, que hizo que el quisiera acercarse a consolarlo.
Se acerco muy despacio.
-hola
-hola niño...
- ¿tu también lo notas?
- ¿notar que?
- que soy un niño
-claro, como no voy a notar que eres un niño, apenas mides un metro de altura, tu carita parece tan suave... ¿que haces aquí?
-estoy en busca de alguien como yo
-bueno, niño por aquí no hay mas que bosque y mas bosque, los niños no viven aquí.
-ha... los niños no viven cerca de las personas mayores.
-no entiendes, todos las personas mayores alguna vez fueron niños, crecen para ser personas mayores.
-eso no es posible, no creo que ningún niño sea capaz de hacerle daño a la naturaleza, como aquella águila, o mi amigo el oso.
-esas personas olvidaron el niño que llevan dentro. Y esa es una de las cosas que tu no debes olvidar.
-contestame una pregunta: ¿porque el cielo se ha enfurecido de esa manera?
-no fue el cielo, fue la misma naturaleza, el hombre ha destruido tantas cosas, ha cambiado los climas, ha desterrado de su tierra a tantos animales, que cada vez que siente que ha perdido algo se enfurece y la acompaña el cielo con sus lágrimas
-pero ¿porque la naturaleza ha tirado abajo tu casa?
-como los hombres, ella no puede medir las consecuencias, ella solo se enfurece.
Los dos hablaron mucho de todo ese bosque. Ese campesino había vivido allí toda su vida y le confesó que alguna vez escuchó el sonido de la naturaleza.
Se hizo de noche, el niño se durmió en los brazos del campesino, el lo llevó hasta un corral y lo posó muy suavemente para que no se despertara.
Al día siguiente, el niño se despertó, y supo que tenía que ir en busca de esas personas que tanto se parecían a él.
Mientras pensaba todo esto, mientras se sentía tan furioso, se despertó una nube de tormentas gigantescas, comenzó con una brisa fresca, poco a poco el cielo celeste se convertía en una manta gris oscura dejando el paisaje casi invisible, de repente un fuerte viento, hizo secar sus mejillas, truenos y relámpagos lo sorprendieron, sentía que la tierra se movía, las ramas mas débiles de los árboles empezaban a caer, la tierra se quebraba, como si un desierto de arena hubiera cubierto todo el bosque, los animales corrían hacia un refugio, el cielo cada vez mas oscuro no permitía que se viera una mínima luz.
El, asustado, no sabía lo que ocurría, se aferró al tronco de un árbol que creyó fuerte, cerró los ojos y solo pudo escuchar el sonido de los árboles que chocaban sus ramas unas con otras.
Cae una lluvia constante, el cielo cruje otra vez, y la lluvia azota cada vez con mas fuerza sobre los árboles. Pasaron varios minutos, desde allí podía contemplar como ese paisaje se desplomaba.
Cuando por fin termino todo esa tormenta, abre los ojos, y se encuentra con un lugar desierto. Solo él y el árbol.
No comprendió muy bien lo que había sucedido, pero a lo lejos distingue una especie de cabaña, también azotada por la tormenta. De los techos caían trozos de paja, los vidrios de las ventanas estaban rotos, de repente alguien sale de la ella, lo mira asombrado, el quieto, tímido, el hombre que estaba en la casa era un campesino, desesperado, corrió hacia un corral donde había muchos animales en unas jaulas, no le prestó mucha atención ya que estaba apresurado por sacar a aquellos animales de sus jaulas.
Los animales pudieron escapar, se refugiaron en el bosque, detrás de los árboles. El los miraba asombrado era la primera vez que había visto a una persona. Le asustó la idea de pensar que podría tener algún tipo de arma, como el abeto le había hablado de los cazadores, se quedó detrás del árbol observando como el campesino trababa todas las puertas y ventanas para evitar que el viento las quitara otra vez y rompiera los vidrios.
La tormenta pasó completa, el cielo tomo nuevamente su color, aquel campesino había perdido casi toda la cabaña. Sentado en la puerta miraba a su alrededor y sus manos se tomaban una con otra, apoyó su cabeza, sobre ellas, y miraba al cielo. De sus ojos caían lágrimas, que hizo que el quisiera acercarse a consolarlo.
Se acerco muy despacio.
-hola
-hola niño...
- ¿tu también lo notas?
- ¿notar que?
- que soy un niño
-claro, como no voy a notar que eres un niño, apenas mides un metro de altura, tu carita parece tan suave... ¿que haces aquí?
-estoy en busca de alguien como yo
-bueno, niño por aquí no hay mas que bosque y mas bosque, los niños no viven aquí.
-ha... los niños no viven cerca de las personas mayores.
-no entiendes, todos las personas mayores alguna vez fueron niños, crecen para ser personas mayores.
-eso no es posible, no creo que ningún niño sea capaz de hacerle daño a la naturaleza, como aquella águila, o mi amigo el oso.
-esas personas olvidaron el niño que llevan dentro. Y esa es una de las cosas que tu no debes olvidar.
-contestame una pregunta: ¿porque el cielo se ha enfurecido de esa manera?
-no fue el cielo, fue la misma naturaleza, el hombre ha destruido tantas cosas, ha cambiado los climas, ha desterrado de su tierra a tantos animales, que cada vez que siente que ha perdido algo se enfurece y la acompaña el cielo con sus lágrimas
-pero ¿porque la naturaleza ha tirado abajo tu casa?
-como los hombres, ella no puede medir las consecuencias, ella solo se enfurece.
Los dos hablaron mucho de todo ese bosque. Ese campesino había vivido allí toda su vida y le confesó que alguna vez escuchó el sonido de la naturaleza.
Se hizo de noche, el niño se durmió en los brazos del campesino, el lo llevó hasta un corral y lo posó muy suavemente para que no se despertara.
Al día siguiente, el niño se despertó, y supo que tenía que ir en busca de esas personas que tanto se parecían a él.