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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El hombre lo tenía en sus brazos, el niño lo soltó...

El hombre lo tenía en sus brazos, el niño lo soltó y pudo ponerse de pie.
Sin hacer ningún sonido, sin despertar al hombre que lo acompañó esa noche, le dijo adiós en silencio. Se dirigió a la puerta del corral y salió lentamente.
Siguió su camino, se internó nuevamente en el bosque, no supo entonces en busca de que, y se puso a caminar lento, pensativo, cuando de repente, un enorme animal, de pelaje amarillento con rallas negras en sus lados lo sorprende. Se veía muy audaz y con una fuerza increíble; corría hacia él; él, temeroso tomó sus ojos con sus manos pequeñas y pudo sentir en la tierra que el animal corría cada vez mas cerca suyo. Se detubo frente a él y de un salto, sacó una de sus garras y lastimó la mejilla del niño, hasta hacerle un rasguño, que hizo sangrar. El comenzó a llorar y entre sus sollozos preguntó:
- ¿porque haces esto?
- ¿Acaso no ibas a matarme?
- ¿matarte? Eres parte de esta hermosa naturaleza, formas parte del planeta, ¿como habría de matarte?
El animal se posó sobre sus cuatro patas y, confundido, dio unas vueltas sobre su propio cuerpo y y contestó:
- es que eres uno de ellos, tengo el deber de protegerme, tengo que impedirlo...-murmuró.
- ¿impedir que?
- que te lleves a mis cachorros, ellos son indefensos, todavía no saben defenderse.
- tu me confundes, yo no soy una de esas personas, y me has herido sin saber quien soy, ¿te parezco peligroso?
El animal miró al niño, tan pequeño, con su carita pálida, y sus cabellos negros... y perdió la mirada sobre el bosque.
El niño calló sobre la hierba, el animal comenzó a lamer la herida y lo llevó arrastrándolo, por el suelo hasta el lugar donde estaban sus cachorros.
Se despertó entre maullidos y jugueteos, no entendía bien que hacía en ese lugar ni como había llegado, y entreabriendo los ojos pudo escuchar, una vocesita suave, pequeña.
- ¡hola! Te he dicho ¡hola!
- ¿y tu quien eres?
- yo soy el mas pequeño de la manada, ¿juegas conmigo?
El niño se sentó, pudo ver que estaba rodeado de animales feroces, se asustó un poco, y cuando pudo ver bien, sintió a su lado a un pequeño cachorro de tigre moviendo su cola y dando saltos que le dice:
- ¿juegas conmigo? Los mas grandes están aprendiendo a cazar, y eso para mi es muy aburrido.
- ¡deja al niño en paz! Debe descansar.
Se asoma el mismo animal que le había hecho la herida.
- ¿tu quien eres?
- yo soy la que te hizo ese rasguño en tu mejilla, luego te desmallaste y te traje con mis cachorros. Debes perdonarme, mi naturaleza es defender a mis cachorros, y tu eres tan parecido...
- muchos ya me han dicho esto, voy en busca de personas como yo.
- ¡no! - respondió- si vas con ellos te convertirás en uno de ellos.
- pero tengo que ir, solo he visto a un hombre, y era muy anciano, no supo explicarme porque el hombre hace esas cosas y yo necesito saberlas.
- bueno, solo tu sabes que es lo que buscas. Pero ten cuidado, como las personas, hay muchos animales que no saben ver bien con el corazón.
El niño siguió su camino, estaba tan cansado de caminar y tenia tanta hambre y sed, que decidió descansar, vio que en la copa de un árbol, había bananas, y pensó que sería bueno probar algunas. Se estiró lo mas que pudo, pero estaban tan altas que para alcanzarlas tomó una rama y con mucha fuerza sacudió las ramas del árbol. Cansado, se posó sobre él y en un instante, escuchó un ruido, alguien estaba merodeando por ahí, luego unas carcajadas mas ruidosas y alguien que se acercaba.