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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: La furia del volcán...

La furia del volcán

Había una vez un volcán que estallaba con frecuencia.
La gente de la aldea estaba acostumbrada, cuando veían que las piedritas del camino empezaban a rodar solas, corrían a refugiarse en sus casas y esperaban a que volviese la calma.

Un día el volcán se sintió muy solo, detonó con estruendo y de la explosión nació un niño.

Cuando el volcán se apagó, el niño lloró, pero lloró con tanta energía que toda la aldea salió corriendo a ver qué era aquel escándalo.

Los primeros en llegar fueron los diez hijos del matrimonio más bonachón del pueblo. Los chicos alzaron al pequeño y les pidieron a sus padres permiso para quedárselo.

A los papás el bebé les pareció precioso, tenía los ojos color tierra y el pelo como el trigo. En los brazos de los chicos sonreía.

- ¿Cómo se llamará? -preguntaron los papás.

-Volcanito, porque cuando llora detona como un volcán -contestaron a coro los diez hermanos.

Volcanito creció feliz cobijado por su familia, bueno... a veces... Porque cada vez que algo lo hacía enojar, cuando se caía, perdía un juego, o su cachorro lo mordisqueaba, enfurecía, gritaba y pateaba tanto que hacía temblar la tierra.

Todos corrían y se encerraban en sus casas, entonces Volcanito protestaba un buen rato, hasta que se le pasaba la rabieta y se daba cuenta de que se había quedado solo.

Sólo estaba bien de a ratos, otras veces se sentía un terrible monstruo a punto de atacar. Fue en ese momento que empezó a pensar que él era un riesgo para su aldea, ya que sus amigos a veces tenían miedo.

Hasta que un día sucedió que llegó al pueblo un verdadero peligro: unos hombres que les gustaba el dinero de los otros y no querían trabajar. Ellos pasaban de pueblo en pueblo, extorsionando a la buena gente para que les dieran sus cosechas porque si no lo hacían se robarían a sus niños.

Como al principio no les creyeron del todo, los pillos lograron atrapar a los hermanos de Volcanito.

Entonces el pueblo asustado corrió a buscar toda su cosecha para entregársela a los malvados cuando apareció Volcanito corriendo montaña abajo echando humos y gritando hasta más no poder. Tenía la cara roja de lo furioso que estaba y movía los puños en alto. Pero el pueblo no huyó. Por primera vez entendieron que él amaba a su familia e intentaba defenderlos, mientras que el verdadero peligro estaba delante de ellos queriéndose llevar a sus hijos.

Volcanito se arrojó sobre los pillos y la tierra comenzó a temblar, las piedritas comenzaron a rodar velozmente. Los pillos se soltaron y huyeron despavoridos. Entonces, el papá adoptivo de Volcanito lo alzó en brazos y lo llevó adentro de la casa junto con sus otros hijos.

El gran volcán enfureció también y defendiendo a la aldea que estaba en su ladera, entró en erupción hasta que todo se convirtió en humo. Ahora dicen de aquellas piedras que quedaron al pie de la montaña, que alzan los brazos como los ladrones implorando perdón al señor de la lava.

MARÍA MERCEDES CÓRDOBA