La máquina maniática
Había una vez un sabio, el profesor Estefanio.
¿Saben ustedes qué es un sabio?
Pues es una persona que sabe muchas cosas. Y las que no sabe, las inventa.
Nuestro sabio, el profesor Estefanio, sabía mil cosas. Y las que no sabía, las inventaba.
Porque Estefanio, además de sabio, era inventor.
El profesor Estefanio tenía un sobrino: Pepito.
A Pepito le gustaba visitar el laboratorio del tío.
¿Saben ustedes qué es un laboratorio?
Pues un laboratorio es el lugar donde el sabio inventa sus inventos.
Pepito iba siempre a curiosear al laboratorio del tío Estefanio.
Y era muy amigo de Liborio, el ayudante del sabio.
Un día, cuando Pepito llegó al laboratorio, le abrió la puerta Liborio.
- ¡Hola, Pepito! Hoy el profesor está muy ocupado. Está trabajando en un proyecto muy importante.
- ¿Puedo curiosear un poquito, Liborio?
-Sí que puedes, Pepito. Pero no hagas ruido. No distraigas a tu tío.
El profesor estaba armando una máquina enorme.
-Buen día, tío. ¿Para qué sirve esa máquina?
-Es una máquina HACE-DE-TODO, Pepito. Pero quédate quietito. El tío está trabajando.
-Pero, ¿hace-de-todo de verdad?
-De todo. La venderé al gobierno. Cuando esta máquina funcione, nadie tendrá que trabajar más.
Los hombres del gobierno fueron a ver la máquina. Estefanio la puso en marcha.
¡Qué maravilla! ¡La máquina hacía de todo:
Encendía y apagaba las luces de la calles, hacía que los ómnibus marcharan de un lado a otro.
Hacía pan y embotellaba leche.
Hacía subir y bajar los aviones, controlaba el agua de las casas y los ascensores de los edificios.
Los hombres del gobierno estaban encantados.
-Será una nueva era para la humanidad. Nadie tendrá necesidad de volver a trabajar.
- ¡Viva el profesor Estefanio, el gran sabio!
Y la máquina comenzó a trabajar y todo el mundo a divertirse. Los cines estaban siempre llenos. Los parques de diversiones también.
Pero la máquina empezó a volverse exigente. Con su ronca voz de máquina, decía:
-Quiero 20.000 latas de dulce de batata.
Más que corriendo iban a buscar las latas de dulce y se las llevaban a la máquina.
-Quiero 1.000 litros de perfume francés.
Revolvían el país entero para hallar el perfume. Pero la máquina no se contentaba:
-Quiero un disfraz para el carnaval.
Todo el mundo se sorprendía:
- ¿Dónde se ha visto una máquina disfrazada?
Había una vez un sabio, el profesor Estefanio.
¿Saben ustedes qué es un sabio?
Pues es una persona que sabe muchas cosas. Y las que no sabe, las inventa.
Nuestro sabio, el profesor Estefanio, sabía mil cosas. Y las que no sabía, las inventaba.
Porque Estefanio, además de sabio, era inventor.
El profesor Estefanio tenía un sobrino: Pepito.
A Pepito le gustaba visitar el laboratorio del tío.
¿Saben ustedes qué es un laboratorio?
Pues un laboratorio es el lugar donde el sabio inventa sus inventos.
Pepito iba siempre a curiosear al laboratorio del tío Estefanio.
Y era muy amigo de Liborio, el ayudante del sabio.
Un día, cuando Pepito llegó al laboratorio, le abrió la puerta Liborio.
- ¡Hola, Pepito! Hoy el profesor está muy ocupado. Está trabajando en un proyecto muy importante.
- ¿Puedo curiosear un poquito, Liborio?
-Sí que puedes, Pepito. Pero no hagas ruido. No distraigas a tu tío.
El profesor estaba armando una máquina enorme.
-Buen día, tío. ¿Para qué sirve esa máquina?
-Es una máquina HACE-DE-TODO, Pepito. Pero quédate quietito. El tío está trabajando.
-Pero, ¿hace-de-todo de verdad?
-De todo. La venderé al gobierno. Cuando esta máquina funcione, nadie tendrá que trabajar más.
Los hombres del gobierno fueron a ver la máquina. Estefanio la puso en marcha.
¡Qué maravilla! ¡La máquina hacía de todo:
Encendía y apagaba las luces de la calles, hacía que los ómnibus marcharan de un lado a otro.
Hacía pan y embotellaba leche.
Hacía subir y bajar los aviones, controlaba el agua de las casas y los ascensores de los edificios.
Los hombres del gobierno estaban encantados.
-Será una nueva era para la humanidad. Nadie tendrá necesidad de volver a trabajar.
- ¡Viva el profesor Estefanio, el gran sabio!
Y la máquina comenzó a trabajar y todo el mundo a divertirse. Los cines estaban siempre llenos. Los parques de diversiones también.
Pero la máquina empezó a volverse exigente. Con su ronca voz de máquina, decía:
-Quiero 20.000 latas de dulce de batata.
Más que corriendo iban a buscar las latas de dulce y se las llevaban a la máquina.
-Quiero 1.000 litros de perfume francés.
Revolvían el país entero para hallar el perfume. Pero la máquina no se contentaba:
-Quiero un disfraz para el carnaval.
Todo el mundo se sorprendía:
- ¿Dónde se ha visto una máquina disfrazada?