Con los años y la experiencia, casi todas las recien casadas acaban comprendiendo que casi siempre resulta imposible transformar mediante un ataque directo los rasgos desagradables que observan en sus maridos.
Es necesario hacer comprender a toda joven que acaba de casarse que, en última instancia, el hombre siente por la mujer lo que ella le hace sentir. Si él tiene profundas necesidades - emotivas, fisiológicas, o psicológicas-, que espera que su mujer satisfaga y ella no sabe hacerlo, será difícil para el hombre prodigarle el afecto, la admiración y la lealtad que ella necesita y anhela.