Con los años y la experiencia, casi todas las recien casadas acaban comprendiendo que casi siempre resulta imposible transformar mediante un ataque directo los rasgos desagradables que observan en sus maridos.
Es necesario hacer comprender a toda joven que acaba de casarse que, en última instancia, el hombre siente por la mujer lo que ella le hace sentir. Si él tiene profundas necesidades - emotivas, fisiológicas, o psicológicas-, que espera que su mujer satisfaga y ella no sabe hacerlo, será difícil para el hombre prodigarle el afecto, la admiración y la lealtad que ella necesita y anhela.
Ciertos hombres necesitan una esposa que sepa ser una espléndida anfitriona. Otros requieren una esposa alegre, vivaz, amante de la diversión. Los hay que aspiran a un hogar donde reine la paz y el orden. Y, en muchas ocasiones, la máxima necesidad del marido es algo tan primordial como las relaciones sexuales.