Mister Question! ¡Una luz sale de la tierra! -avisó un pirata, mirando con su catalejo.
_ ¡Mire! ¡Es el tesoro! ¡Es el sol! -gritó uno gordo de barba, rojo de entusiasmo.
_ ¡ES EL TESOOOOROOOO! -corearon los del pañuelo en la cabeza.
_ ¡Preparen picos y palas! -ordenó Question-. ¡Hay que cavar un pozo hasta encontrarlo! ¡Y si es necesario, arrancaré a ese sol soberbio de las mechas!
Al decir esto, los ojos del pirata se alargaron, verticales, formando dos flacos signos de admiración.
Una luz intensa bañó de amarillo cada árbol de la isla, cada pedazo de tierra. Todo el paisaje se vistió del color de los duraznos y un día maduro se instaló en el cielo aquella noche. No hicieron falta ni velas, ni faroles para hacer el túnel. Lo dibujaron largo y angosto para que el sol no se escurriera.
Enceguecido por el globo radiante, Mister Question introdujo su gancho en el pozo y pescó, como con un anzuelo, los rubios rayos del tesoro. Así quedó, colgando de su signo derecho, la cara redonda del sol, chorreando lágrimas de oro.
_ ¡Ahora... el regreso con gloria! -soñaba Question.
_ ¡Nos condecorarán! -exclamaban los marineros, muy entusiasmados.
_La Corona levantará un monumento en su memoria..., revestido de mármol de Carrara... -le decía a Mister Question un pirata emocionado, con su palma derecha sobre su pecho a rayas.
Entre proyectos y sueños de héroes, prepararon su regreso al buque. Pero aquella alegría les duró muy poco: los barcos de la Corona de España estaban llegando, en procesión, a las costas morenas.
_ ¡Preparen las armas! ¡Enemigos a la vista! -una sola voz (en inglés) corrió por toda la isla.
Los dos bandos trenzaron espadas y ganchos hasta sacarles chispas. Dos idiomas estallaban en grito al chocarse en el aire. El capitán español había prometido volver con el sol a cuestas. Desde la proa, armaba el plan de ataque sobre un tablero de damas y, mientras pensaba su estrategia, afilaba malvados cuchillos con su lima de uñas. Sus hombres saltaron del palo mayor y cayeron sobre los ingleses como lluvia de piedras. Por otra parte, los ingleses, desde las palmeras más altas, se largaban pendiendo de sogas con la lanza en la mano. A todo esto, Mister Question corría por toda la costa buscando un salvavidas para echarse a nado, y el tesoro -o sea la moneda-, colgando del gancho, flameaba en el aire y dejaba en la arena una baba de miel.
Pese a su esfuerzo en la carrera, los españoles lo cercaron y entre todos le sacaron la moneda de sol.
Sí, habían recuperado el botín, pero en el momento de guardarlo en un cofre de plata, la esfera ascendió girando como un plato de fuego. No pudieron alcanzarla jamás.
Dicen que la Corona española, al enterarse, exilió al capitán y a sus hombres por incapaces en cuestiones guerreras, y mucho más en colonizaciones. Y que el barco del pirata Question nunca regresó a Gran Bretaña...
En fin, la isla se quedó sin tesoro... y los piratas también...
Desde entonces, cuando atardece en sus tierras, un sol más inflado y redondo se peina en el agua sus flecos de luz.
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Del libro: La isla del Sol Autora: Claudia Sánchez
_ ¡Mire! ¡Es el tesoro! ¡Es el sol! -gritó uno gordo de barba, rojo de entusiasmo.
_ ¡ES EL TESOOOOROOOO! -corearon los del pañuelo en la cabeza.
_ ¡Preparen picos y palas! -ordenó Question-. ¡Hay que cavar un pozo hasta encontrarlo! ¡Y si es necesario, arrancaré a ese sol soberbio de las mechas!
Al decir esto, los ojos del pirata se alargaron, verticales, formando dos flacos signos de admiración.
Una luz intensa bañó de amarillo cada árbol de la isla, cada pedazo de tierra. Todo el paisaje se vistió del color de los duraznos y un día maduro se instaló en el cielo aquella noche. No hicieron falta ni velas, ni faroles para hacer el túnel. Lo dibujaron largo y angosto para que el sol no se escurriera.
Enceguecido por el globo radiante, Mister Question introdujo su gancho en el pozo y pescó, como con un anzuelo, los rubios rayos del tesoro. Así quedó, colgando de su signo derecho, la cara redonda del sol, chorreando lágrimas de oro.
_ ¡Ahora... el regreso con gloria! -soñaba Question.
_ ¡Nos condecorarán! -exclamaban los marineros, muy entusiasmados.
_La Corona levantará un monumento en su memoria..., revestido de mármol de Carrara... -le decía a Mister Question un pirata emocionado, con su palma derecha sobre su pecho a rayas.
Entre proyectos y sueños de héroes, prepararon su regreso al buque. Pero aquella alegría les duró muy poco: los barcos de la Corona de España estaban llegando, en procesión, a las costas morenas.
_ ¡Preparen las armas! ¡Enemigos a la vista! -una sola voz (en inglés) corrió por toda la isla.
Los dos bandos trenzaron espadas y ganchos hasta sacarles chispas. Dos idiomas estallaban en grito al chocarse en el aire. El capitán español había prometido volver con el sol a cuestas. Desde la proa, armaba el plan de ataque sobre un tablero de damas y, mientras pensaba su estrategia, afilaba malvados cuchillos con su lima de uñas. Sus hombres saltaron del palo mayor y cayeron sobre los ingleses como lluvia de piedras. Por otra parte, los ingleses, desde las palmeras más altas, se largaban pendiendo de sogas con la lanza en la mano. A todo esto, Mister Question corría por toda la costa buscando un salvavidas para echarse a nado, y el tesoro -o sea la moneda-, colgando del gancho, flameaba en el aire y dejaba en la arena una baba de miel.
Pese a su esfuerzo en la carrera, los españoles lo cercaron y entre todos le sacaron la moneda de sol.
Sí, habían recuperado el botín, pero en el momento de guardarlo en un cofre de plata, la esfera ascendió girando como un plato de fuego. No pudieron alcanzarla jamás.
Dicen que la Corona española, al enterarse, exilió al capitán y a sus hombres por incapaces en cuestiones guerreras, y mucho más en colonizaciones. Y que el barco del pirata Question nunca regresó a Gran Bretaña...
En fin, la isla se quedó sin tesoro... y los piratas también...
Desde entonces, cuando atardece en sus tierras, un sol más inflado y redondo se peina en el agua sus flecos de luz.
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Del libro: La isla del Sol Autora: Claudia Sánchez