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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Todo esto, y mucho más, hubiésemos podido aprender...

Acerca de la primavera y el huevo.

Al llegar la primavera, las diferentes especies de aves que pueblan más de la mitad de la superfície terrestre ponen sus huevos en las extendidas ramas de los pinos, en los surcos de los trigales, en las lindes, o en las péndulas ramas de los sauces, a ras del suelo, o en colgantes bolsas entretejidas de fibras vegetales. Su forma y tamaño varía desde el huevo casi redondo de la lechuza hasta hasta el piriforme del chorlito; desde el voluminoso huevo de casi un kilo de peso del avestruz, hasta el huevecillo de apenas ocho décimas de gramo del colibrí en el nido que se fabricó entre las ramas de un manzano...

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Independientemente de su forma y su tamaño, todos los huevos de las aves tienen dos cosas en común: en su comienzo fueron una célula cristalina de color de oro, y su desarrollo se efectúa invariablemente en la misma forma desde que existen aves en el mundo....

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El asombroso encadenamiento de hechos establecido resta hoy todo interés a la clásica pregunta: ¿Cuál fue primero, el huevo o la gallina?

Actualmente sabemos que el cuerpo del pollito hembra acabado de salir del cascarón contiene en embrión más huevos de los que pondrá en su vida...

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El interés de la tradicional pregunta estriba ahora en saber qué es el huevo.

Un doctor llamado Alexis Romanoff relataba en su obra The Avian Egg gran número de descubrimientos al respecto. Por ejemplo, está comprobado científicamente que tanto la manera de formarse el huevo en el organismo de la hembra como las sucesivas fases de su desarrollo son idénticas en las aves domésticas como en las silvestres...

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El origen del huevo, según tengo entendido, es una simple célula, un germen de vida. Dentro del cuerpo de la hembra esta célula va haciéndose mayor y más compleja al formarse en torno de ella, en capas superpuestas, la yema, la clara o albumen, la membrana y, por último, la cáscara. Así y todo continúa siendo una simple célula, que durante su desarrollo podrá haber recibido o no, el esperma del macho para quedar fecundada. Pero aun en el caso de que lo fuera, únicamente después que el ave pone el huevo y lo incuba empieza a formarse la cría...

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Al ser observadas con el microscopio las sucesivas fases del desarrollo del embrión, se ha visto que la primera capa de yema que lo rodea comienza a formarse cuando la pollita tiene por lo menos tres meses. También se ha visto con la ayuda del microscopio que la yema del huevo tiene seis anillos, cada uno compuesto de una capa blanca y otra amarilla que se van formando conforme a un ritmo acorde con la posición del sol: desde el amanecer hasta las doce de la noche se forma la capa amarilla; después de medianoche hasta la salida del Sol, la capa blanca...

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Para la formación de la última capa, sin embargo, se necesita un estímulo más sutil que la influencia alternativa del día y de la noche: hace falta la presencia de un ave macho. La sola presencia del macho produce en la hembra adulta, durante la primavera, una secreción hormonal que favorece la formación de la última capa. Las hembras de la mayoría de las aves silvestres no ponen si les falta la compañía del macho. No ocurre así con las aves de corral, como las gallinas, patos o palomas...

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Una vez formada la lustrosa membrana que envuelve la yema, el huevo se desprende del punto donde estuvo fijado hasta entonces, y pasa al al oviducto. En la activación de esta fase de proceso de la reproducción de la especie participa el macho con la danza nupcial, cuyos movimientos varían según el tipo de aves. Así, por ejemplo, el macho de la chochaperdiz remonta el vuelo repetidas veces y aletea directamente hacia el suelo; el faisán picotea la tierra desplegando su cola como un escudo en forma de corazón; el del ave del paraíso cuelga la cabeza abajo de una rama a la vez que despliega en forma de lira su iridiscente plumaje; el de la garceta ofrece a la hembra una rama mientras mueve ostentosamente los penachos, etc...

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El apareamiento sigue a este ceremonial, y durante aquél el huevo recibe, al pasar por el oviducto, la esperma del macho. Inmediatamente después de fecundado, el huevo experimenta una serie de modificaciones. Permanece veinte minutos en el oviducto mientras recibe la clara o albumen....

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De igual modo que la yema, la clara se compone de varias capas: la primera es delgada; la segunda -densa, elástica, resistente- actuará de amortiguador para resguardar el germen de vida que lleva en el centro de cualquier golpe que pudiera recibir cuando el ave deja caer el huevo en el nido, o al moverse la nidada mientras el ave está empollándola...

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Al descender por el oviducto, girando en espiral sobre sí mismo, el huevo desarrolla en su interior una fuerz que, al empujar la tercera capa de albumen -una masa acuosa y fluida de poca densidad-, la hace penetrar en la segunda y más densa capa a fin de que rodee la yema. Queda entonces la yema flotando en mitad de la clara, y la diminuta célula originaria, llamada blastodermo por los científicos -ese puntito blanco que vemos a veces al partir un huevo freso- asciende hasta colocarse en la parte superior...

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El movimiento en espiral sirve también para que en los extremos laterales del albumen se formen sendos cordones retorcidos, de apariencia lechosa, cuya presencia han notado casi todas las amas de casa. Esos cordones se romen durante el período de incubación, por lo que hembra ha de dar vueltas constantemente al huevo para mantener la yema en el centro...

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A partir de este punto comienza la formación de las dos capas de la resistente membrana que reviste la superficie interior de la cáscara.. Esta membrana tarda en formarse una hora y diez minutos. A continuación el huevo pasa a la parte del oviducto que segrega los materiales que al irse acumulando durante diecinueve horas constituyen las cuatro capas porosas de la cáscara. Hacia el final de este período, la cáscara recibe la coloración que le corresponde según la especie de ave....

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Los huevos son puestos siempre en las horas del día; por lo general, en las que median entre la salida del sol y el mediodía. Durante los diez minutos siguientes a la puesta, el huevo del ave semeja en el nido una gema brillanre. La cáscara está cubierta por una membrana lustrosa que se va endureciendo, y el huevo necesita entonces que le den calor...

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El aire penetra por los poros de la cáscara, y bajo el extremo más romo de ésta se forma la cámara de respiración. En el término de dos semanas después de iniciada la incubación, la cría apoyará en dicho punto la cabeza...

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La hembra continúa poniendo un huevo por día hasta llegar al número de los que le corresponde poner en dicha nidada. Una vez completa ésta, la hembra se dedica a empollarlos con mimo y delicadeza. Hay hembras que sólo se echan en el nido cuando la puesta está completa. La hembra del picamaderos norteamericano no empieza a empollar hasta que tiene cuatro huevos en el nido, y un día me explicaron, hablando sobre el tema, que una hembra picamaderos de cuyo nido iba retirando un huevo cada día un ornitólogo, llegó a poner hasta 71 huevos antes de darse por vencida y renunciar a completar la nidada...

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Lo que anima el germen de vida contenido en el huevo es el calor del cuerpo de la madre. Cuando en el centro del huevo la temperatura llega a los 37,5 grados centígrados comienza el desarrollo celular, y al producirse la segmentación en cadena se van formando dentro de la cáscara los pulmones, el corazón, el hígado, los ojos; en suma, todos los órganos del pollito...

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Si colocásemos huevos de gallina en una incubadora de plástico podríamos observar día a día el milagro de la formación del pollito dentro de las cáscara; solo tendríamos que colocar junto a la incubadora una bombilla de siete vatios y a parti de ahí sabríamos que a las 12 horas de estar sometidos los huevos a una temperatura adecuada (37,5 grados centígrados) los gérmenes de vida empezarían a bullir en torno a los centros del mundo amarillo dorado de cristalina apariencia que tendríamos ante nuestros ojos, y sabríamos también que que al quinto día dichos gérmenes determinarían si los embriones iban a ser de polluelo macho o de polluelo hembra...

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Llegado el momento, esto es, pasados 21 días, si observásemos la nidada de la incubadora notaríamos que se agrietaba ligeramente el lado de uno de los huevos, el cual era sacudido por algo así como un terremota en miniatura. Al sacar de la incubadora ese huevo, oiríamos que salía de su interior una endeble, sutil, casi imperceptible vocecilla. Veríamos cómo se desprendían, uno tras otro, los fragmentos del cascarón, y así iría sucediendo con un huevo tras otro...

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Un pollito tras otro fueron saliendo del cascarón, y durante varias horas, si es que continuásemos observando, veríamos que estuvieron echados hasta que todos estaban fuera. También veríamos que una vez secos, esponjado el pelillo que los cubre al nacer, y los ojos brillantes, se pondrían en pie, y emprenderían una carrera, como si un misterioso impulso los llevase a cumplir la cita con la vida universalque en en éllos alentaba.

Todo esto, y mucho más, hubiésemos podido aprender si los chicos y las chicas de los años 40-50 y hasta los 60, hubiésemos observado más de lo que lo hicimos, cuando nuestras madres ponían huevos en un nidal para que la "llueca" los "engüerase". A las mujeres del pueblo les pasaba como a aquel maestrillo, que cada una tenía su librillo.
Mi madre ponía en nidal en una espuerta vieja con paja en el fondo; la espuerta la colocaba en un rincón de la cámara, y al lado de la espuerta ponía una lata de sardinas en aceite de aquellas "de a kilo" con agua, y otra lata con trigo o "cebá". Cuando pasaban los 21 días, y los cascarones comenzaban a romperse, para mi hermana Mª Jesús y para mí todo eran alegrías pero mientras esto llegaba mi madre no nos dejaba subir a la cámara porque "espantábamos la llueca", y si alguna vez lo hacíamos, era de puntillas pues... ¡No veáis cómo se ponía la mamá de los futuros "polletes"; se ponía en veinte uñas!