Un grupo de amigas habábamos de maridos, y una recién casada del grupo opinó que, si bien el verdadero sexo débil era el masculino, quedaba aún el problema de la vanidad del hombre. La mayor del grupo, que lleva muchos años de casada le respondió al instante con el siguiente consejo: "hay que apoyarse en el marido por un lado y apuntalarlo por el otro ".