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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

PENSANDO EN MI NIETO.

Los que somos padres sabemos que en más de una ocasión nos hemos preguntado ¿En qué me he equivocado para que este chico no quiera ir por el camino que le recomendé? ¿Por qué se obstina en desperdiciar su talento? ¿Donde estará el padre tan bueno y sabio que jamás haya tenido que hacerse preguntas cómo estas?

En realidad, y pensándolo detenidamente, todas las preguntas que podamos hacernos creo que se pueden resumir en una: hasta los mejores padres tienen dificultades con sus hijos, porque ni siquiera nosotros, los padres, somos bastante buenos...

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No somos bastante buenos, primero porque, los padres, como todos los seres humanos, tenemos nuestras flaquezas y temores y la mayoría de las veces las contagiamos a nuestros hijos. Todos conservamos la marca que las dificultades del ambiente en que hemos vivido la herencia psíquica y los errores y prejuicios propios de nuestro tiempo imprimieron en nosotros.
Es inevitable también que los mejores padres tengamos períodos de preocupaciones, angustia y tensión, durante los cuales debemos hacer grandes esfuerzos que nos impiden pensar con nuestra acostumbrada claridad y aconsejar a los hijos con tanta sensated como otras veces. Lo mismo que los niños, tenemos nuestros malos momentos...

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Los padres deberíamos aceptar el hecho de que nuestros hijos no son como nosotros, los padres; están lejos de parecérsenos como copias exactas, pues en cierto modo son también "hijos de sus antepasados" y a veces tienen rasgos de algunos a quienes se olvidó hace tiempo...

Según tengo entendido, por lo que dicen los estudiosos, en gran parte, el temperamento del niño viene con él al mundo y está determinado desde el primer momento de la concepción por una combinación de genes completamente fortuita. A partir del instante de su nacimiento, los niños difieren, no sólo en tamaño, peso, color del cabello y de la piel, sino también en sus reacciones ante el ambiente que les rodea... Aitor no es Juanito, Juanito no es Aitor, y este es un hecho que los mejores padres no podemos variar...

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Los padres debemos enfrentarnos con un ambiente distinto de aquel en el cual crecimos, y en el mejor de los casos tendremos dificultades para ver el mundo desde el punto de vista del niño "Nosotros no obrábamos así cuando éramos pequeños" diremos muchas veces. Pero sí, todos lo hicimos. Hemos olvidado; no podemos imaginar lo que supone no ser más alto que una silla, lo que es desear, desesperada y urgentemente, cosas que nosotros, en calidad de padres, ya no deseamos de ninguna manera. Y apenas ahora empezamos a comprender que, en estos tiempos de cambios violentos, el abismo que separa a las generaciones suele ser todavía más grande que de costumbre...

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Los niños no viven en un mundo cerrado y pequeño donde sólo están ellos y los padres. Deseamos que el niño estudie. Pero si estudia mucho, le llamarán "empollón" y les parecerá poco varonil a los otros chicos. Los padres querremos que sea obediente, pero el chico obediente en exceso acaso aparezca como un traidor a los ojos de sus compañeros, empeñados en realizar una misteriosa venganza instintiva contra los adultos.
Y para terminar, los padres no podemos educar a nuestros hijos exactamente como deseamos, porque los muchachos tienen desde tiempo inmemorial el derecho a crecer y de alejarse de nosotros.