EL RAMO DE ROSAS
Oye: tendremos cuando seas mia,
Una casa en el campo, y alli un huerto.
Yo, cuando raye el dia,
Ya estaré contemplandote despierto.
Habra en nuestro aposento una ventana
Por donde entren la luz de la mañana
Y del campo y del huerto aromas;
Vendran hasta el afeizar las palomas
A recoger el grano apetecido.
El ritmo observara, tranquilo y lento,
De tu pecho dormido;
Buscare en el espejo de tu frente
Tu puro pensamiento.
Y tu amor en el labio sonriente.
Saldre al jardin por darte una sorpresa;
Cogeré entre las rosas
Las que copien mejor, Oh, mi princesa!
Tus mejillas hermosas;
Hare un lindo boequet; Volvere luego,
Bebiendo a largos sorbos su fragancia,
Y a pasos cortos, reprimiendo el fuego
De mi amor con prudente parsimonia;
Pero con más argullo y arrogancia
Que Alejandro al entrar a Babilonia.
Pondré sobre tu pecho tembloroso
Por no alterar tu placido reposo,
El ramo, aun del rocio humedecido
Y aguardare escondido
tu despertar gozoso.
! Cuan grande tu alegria
Sera al ver aquel timido presente!
Sera aun mas grande la esperanza mia,
Que el pago de tus miradas ya presiente.
Tu diras (lo adivino):
-"! Oh cuan hermosas flores!
No puede haberlas para mi mejores.
Mas darles quiero superior destino.
Las llevare a la virgen del Consuelo
Para que ampare protector el cielo
Nuestros dulces amores.
-No me hubiese ocurrido a mi esa idea,
Yo te contestare; mas, si lo quieres,
Tan solo he de exclama:"! Cuan buena tu eres!
Tu voluntad, mi bien, cumplida sea".
Te vestiras gozosa en un momento;
Prorrumpiras despues:-"! A la capilla!"
Y tomaras con infantil contento
El sombrero de paja y la sombrilla.
Cruzaremos la vega
Y el puente sobre el rio que la riega;
Donde traza la senda tantas eses,
Y llegaremos a la ermita santa
Que cerca de la cumbre se levanta
Entre viejos cipreses.
Ya te veo ante el ara de rodillas.
La caminata enciende tu semblante,
Que fervorosa humillas;
Rezas por mi a la virgen suplicante,
Y tan hermosa cual su imagen brillas.
Yo, inmovil, a tu lado,
No se si confundo o admiro,
La honda emocion oculto.
Pero, al salir de la iglesia umbria.
Al contemplarte a plen luz del dia,
Bajo el dintel sagrado
Un abrazo te doy bien apretado,
Y aunque ofenda a la virgen mi osadia,
En tus labios imprimo un largo beso.
Pero yo me figuro,
Y tu debes saberlo, de seguro,
Que no se ofendera mucho por eso.
Teodoro Llorente (1836-1911)
Oye: tendremos cuando seas mia,
Una casa en el campo, y alli un huerto.
Yo, cuando raye el dia,
Ya estaré contemplandote despierto.
Habra en nuestro aposento una ventana
Por donde entren la luz de la mañana
Y del campo y del huerto aromas;
Vendran hasta el afeizar las palomas
A recoger el grano apetecido.
El ritmo observara, tranquilo y lento,
De tu pecho dormido;
Buscare en el espejo de tu frente
Tu puro pensamiento.
Y tu amor en el labio sonriente.
Saldre al jardin por darte una sorpresa;
Cogeré entre las rosas
Las que copien mejor, Oh, mi princesa!
Tus mejillas hermosas;
Hare un lindo boequet; Volvere luego,
Bebiendo a largos sorbos su fragancia,
Y a pasos cortos, reprimiendo el fuego
De mi amor con prudente parsimonia;
Pero con más argullo y arrogancia
Que Alejandro al entrar a Babilonia.
Pondré sobre tu pecho tembloroso
Por no alterar tu placido reposo,
El ramo, aun del rocio humedecido
Y aguardare escondido
tu despertar gozoso.
! Cuan grande tu alegria
Sera al ver aquel timido presente!
Sera aun mas grande la esperanza mia,
Que el pago de tus miradas ya presiente.
Tu diras (lo adivino):
-"! Oh cuan hermosas flores!
No puede haberlas para mi mejores.
Mas darles quiero superior destino.
Las llevare a la virgen del Consuelo
Para que ampare protector el cielo
Nuestros dulces amores.
-No me hubiese ocurrido a mi esa idea,
Yo te contestare; mas, si lo quieres,
Tan solo he de exclama:"! Cuan buena tu eres!
Tu voluntad, mi bien, cumplida sea".
Te vestiras gozosa en un momento;
Prorrumpiras despues:-"! A la capilla!"
Y tomaras con infantil contento
El sombrero de paja y la sombrilla.
Cruzaremos la vega
Y el puente sobre el rio que la riega;
Donde traza la senda tantas eses,
Y llegaremos a la ermita santa
Que cerca de la cumbre se levanta
Entre viejos cipreses.
Ya te veo ante el ara de rodillas.
La caminata enciende tu semblante,
Que fervorosa humillas;
Rezas por mi a la virgen suplicante,
Y tan hermosa cual su imagen brillas.
Yo, inmovil, a tu lado,
No se si confundo o admiro,
La honda emocion oculto.
Pero, al salir de la iglesia umbria.
Al contemplarte a plen luz del dia,
Bajo el dintel sagrado
Un abrazo te doy bien apretado,
Y aunque ofenda a la virgen mi osadia,
En tus labios imprimo un largo beso.
Pero yo me figuro,
Y tu debes saberlo, de seguro,
Que no se ofendera mucho por eso.
Teodoro Llorente (1836-1911)